Cuatro generaciones implicadas en una bodega familiar
La historia de esta bodega comienza en 1898 cuando Nicola Catena emigra de Italia a Argentina en busca de nuevas oportunidades. Hechizado por Mendoza y su entorno, plantó su primera viña de Malbec allá por 1902.
El hijo mayor de Nicola, Domingo, heredó de su padre su amor por la viticultura. Aseguraba que la Malbec en tierras argentinas podía dar vinos tan elegantes y complejos como los mejores burdeos.
En plena crisis económica de los años 60, Domingo se dio cuenta de que cosechar sus viñas le saldría más caro que abandonar la uva, así que confió en su hijo Nicolás, un joven economista de 22 años, para que le asesorara financieramente. Aunque su hijo le aconsejó no vendimiar, Domingo hizo caso a sus corazonadas y recogió el fruto de sus viñas.
Poco tiempo después Nicolás tomó las riendas de la bodega familiar, aun con una situación económica en la que la incertidumbre era la protagonista. Hasta entonces la bodega era una gran elaboradora en cuanto a cantidad, pero una estancia de Nicolás en Berkeley, donde tuvo oportunidad de conocer otras filosofías vinícolas, permitió que la bodega se centrase más en la calidad que en las grandes cifras.
Así pues, Nicolás Catena vendió la bodega en la que se elaboraban sus vinos a granel y se quedó solo con Bodegas Esmeralda, donde se elaboraban los vinos más cuidados de la casa, que renombrarían más tarde. Comenzó entonces a buscar los mejores viñedos, y así fue como encontró unos a más de 1.000 metros sobre el nivel del mar, donde la Malbec se desarrolló sorprendentemente a la perfección.