Rumbo a Nueva Zelanda, ¿nos acompañas?

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Cuando pensamos en Nueva Zelanda, nos viene a la mente un mundo de naturaleza indómita, montañas imponentes, idílicos rebaños de ovejas, playas doradas y aguas cristalinas. Este inigualable paraíso esconde además un tesoro único que merece la pena descubrir: sus vinos.

Nueva Zelanda, en maorí Aotearoa («tierra de la gran nube blanca» debido a las formaciones de nubes que ayudaron a los primeros navegantes polinesios a encontrar el país), es un destino estrella a nivel internacional, y es particularmente famosa por sus vinos blancos secos de notas cítricas y exuberantes aromas de hierbas y frutas tropicales. A diferencia de otros lugares del Nuevo Mundo, como Sudamérica, Estados Unidos o Australia, el clima de Nueva Zelanda es mucho más fresco, similar al de Europa. Y eso es precisamente lo que hace que estos vinos sean tan especiales: combinan el carácter puro y afrutado del Nuevo Mundo con una acidez fresca característica de los vinos europeos, que maridan fácilmente con una gran variedad de comidas.

Un poco de historia

Aunque a día de hoy parezca difícil imaginar un mundo sin los vinos de Nueva Zelanda (sobre todo sin sus sauvignon blancs de carácter fresco), es importante saber que su industria vinícola es bastante más joven que en otras partes del mundo.

Mientras que en la época prerromana el vino ya se producía en el sur de Europa, fue gracias a la cristianización de la Edad Media cuando la cultura vinícola se extendió más al norte del continente. Con la colonización, el vino llegó también a América y al hemisferio sur. Fue en el siglo XVI cuando en Canadá, Argentina, Chile y Estados Unidos se comenzó a cultivar la vid, práctica que se extendió posteriormente a Sudáfrica y Australia en los siglos XVII y XVIII, respectivamente. En Nueva Zelanda, se cree que fue el misionero británico, Samuel Marsden, uno de los primeros colonos llegados al país, quien trajo las primeras vides a principios del siglo XIX, concretamente a Northland, la región vinícola más septentrional. Y actualmente, los vinos neozelandeses son famosos y apreciados en todo el mundo por winelovers y críticos de renombre. 

El color verde no solo está naturalmente presente en los impresionantes paisajes del país, sino que también se asocia con la reconocida sostenibilidad neozelandesa, que supone una parte integral de su industria vinícola. Allí, los viticultores están comprometidos con una producción en armonía con la naturaleza. Con el fin de introducir normas de calidad sostenibles para este sector, en 1995 se puso en marcha el programa nacional de sostenibilidad Sustainable Winegrowing New Zealand (SWNZ). Hoy, el 96% de la superficie de viñedos de Nueva Zelanda tiene la certificación SWNZ, y el otro 10% produce según certificados orgánicos reconocidos.

Las regiones vinícolas y el clima

Resulta muy común encontrarnos con el término terroir en cualquier glosario enológico del mundo. Y es que el concepto, introducido en su momento por los franceses, hace referencia a un conjunto de influencias del suelo, el clima y la vinificación que crea el carácter único de un vino. 

Entretanto, al otro lado del mundo, los viticultores neozelandeses han encontrado su propio lugar «mágico» con el que aluden al término francés. Tūrangawaewae (pronunciado: too-runguh-why-why), significa «mi lugar» en maorí, y acuña un concepto que no solo hace referencia al terroir y a la elaboración del vino, sino también al paisaje circundante y a su clima característico, así como a la historia y al espíritu de un lugar y de sus gentes.

Nueva Zelanda está formada por dos islas principales (Norte y Sur) y unas 600 islas menores. El cultivo de la vid se extiende a lo largo de 1.100 kilómetros, desde la región subtropical de Northland hasta Central Otago, donde, a solo unos 3.000 kilómetros de la Antártida, se encuentran los viñedos más australes del mundo. Tanto estos como los del resto del país se benefician del efecto moderador del clima marítimo, de las largas horas de sol y de las noches refrescadas por la brisa marina del Pacífico Sur. Todo ello propicia unos suelos únicos y, por tanto, unos vinos excelentes

Sin embargo, debido a las diferentes condiciones meteorológicas y climáticas, no existe un «estilo único» de vino neozelandés. El país cuenta con 10 regiones vinícolas principales, de las cuales Northland, Auckland, Gisborne, Hawke’s Bay y Wairarapa se encuentran en la isla Norte. Por su lado, Nelson, Marlborough, North Canterbury, Central Otago y Waitaki Valley están ubicadas en la isla Sur. Dentro de estas diversas regiones, sobresalen las características subregionales y los vinos se distinguen por ser no solo de una región vinícola, sino de una subregión y un lugar. Hoy os queremos presentar tres zonas particularmente interesantes. 

Marlborough: el lugar con el agujero en la nube

Marlborough es la región vinícola más grande y sobre todo la más emblemática de Nueva Zelanda. Su exquisita Sauvignon blanc causó sensación en el mercado internacional en la década de los 80. La combinación de un clima fresco pero muy soleado, la escasa pluviosidad y un suelo de drenaje libre y moderadamente fértil produce unos vinos excepcionalmente vivos y aromáticos.

La subregión de Marlborough Wairau Valley es conocida como una de las regiones más soleadas y secas de Nueva Zelanda. Los maoríes la llaman kei puta te wairau (el lugar con el agujero en la nube).

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Spy Valley Sauvignon Blanc 2021 

Un blanco muy elegante, con una acidez especialmente sutil. Tanto en nariz como en boca destacan agradables notas cítricas y tropicales. Un ejemplo ideal para conocer el sabor característico del sauvignon blanc de Marlborough. Marida bien con ensalada de pasta y con queso de cabra.

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Cloudy Bay Sauvignon Blanc 2021

Cloudy Bay es, sin duda, uno de los blancos más icónicos de Nueva Zelanda y, en efecto, uno de los grandes vinos del Nuevo Mundo. Concentrado y vibrante con un hermoso carácter cítrico de maracuyá maduro, melocotón blanco y un toque de lima. Marida bien con ceviche con mango y aguacate. ¡A disfrutar!

Sunny Hawke’s Bay

Hawke’s Bay goza de una excelente reputación internacional por producir algunos de los mejores vinos del país. La región es bien conocida por sus tintos, entre los que destaca su impresionante syrah, así como por sus chardonnays, además de otros blancos aromáticos. Su clima templado y muy soleado hace que la región sea ideal para el cultivo de viñas. Hawke’s Bay cuenta con una excelente cultura del turismo del vino, así como con diferentes festivales gastronómicos. Sin duda, merece la pena hacer una visita a sus bodegas.

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Craggy Range Le Sol 2013 

Este syrah, excepcionalmente profundo y complejo, es un vinazo que debes conocer. Con fruta negra finamente especiada, alta acidez y unos taninos delicados y bien integrados, nos conduce a un final largo y seco. No es de extrañar que sea tan bien recibido por la crítica, que lo premió con 98 puntos Decanter, 94+ Parker y 93 Wine Enthusiast. Marida bien con tajín de cordero y ciruelas

Central Otago: el hogar de algunos de los mejores vinos del mundo

Con su paisaje espectacular, picos montañosos cubiertos de nieve y ríos cristalinos, Central Otago es un hotspot turístico. Pero también es el origen de algunos de los mejores pinot noir del mundo, por no hablar de sus impresionantes y vivos vinos blancos

El clima es seco, con veranos muy calurosos e inviernos fríos, muy parecido al de Madrid. Todas las principales subregiones vinícolas tienen un terreno montañoso característico y cuentan con un clima regional propio, un aspecto y una altitud únicos, lo que produce vinos de gran intensidad y delicadeza de carácter inconfundible.

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Carrick Bannockburn Riesling 2015

¿Un riesling de Nueva Zelanda? ¡Claro que sí! Desde la década de los 80, los viticultores neozelandeses experimentaron con multitud de variedades aromáticas, consiguiendo excelentes resultados. Este riesling de acidez pronunciada es fresco y vibrante e ideal para disfrutar en los días estivales. Marida bien con espaguetis con salsa de almejas, azafrán y puerro.

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Quartz Reef Pinot Noir 2013

El afamado crítico James Suckling le concedió 94 puntos y, en su reseña, añadió: “This has some real swagger and style”, lo que viene a significar que es un vino de gran personalidad y con estilo. Estamos totalmente de acuerdo. Para su elaboración han sido llevadas a cabo prácticas vinícolas tradicionales del Viejo Mundo. El resultado es un vino fresco, equilibrado y cautivador, con una explosión de aromas de frutos rojos oscuros. Marida bien con lomo de corzo sobre risotto de calabaza y salsa de mora.

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