Asador Indusi, pleno disfrute al calor del hogar
Como ya sabrá el lector más fiel, hace un par de meses estuve pasando unos días de vacaciones por el norte, y en esas dos semanas hice parada y fonda durante cinco días en Bilbao. Tenía ganas de reencontrarme con la capital vizcaína tras tantos años de ausencia. Puede que junto con Málaga sean las dos urbes que más han evolucionado en la última década y media en nuestro país.
Ya me habían llegado muy buenas referencias de un asador típico del ensanche bilbaíno, fuera de las siete calles que se consideran como el “centro-centro” de la villa, y la definitiva fue la de un compañero de trabajo que terminó por ponerme en el rumbo del Asador Indusi. El apartamento que alquilé no estaba muy lejos del restaurante, aunque no me hubiera importado que hubiera estado a más distancia, porque el disfrute fue máximo y una buena caminata posterior a la comida no me hubiera venido nada mal.
Al llegar al Indusi te encuentras el típico letrero al estilo vasco y una buena puerta de madera que al ser traspasada nos introduce en un espacio de bar de pintxos con su barra a la izquierda y un fondo abovedado que da paso a un pequeño salón diáfano que según me dijeron había crecido en cuanto a mesas tras una reforma reciente. La atmósfera, sin pretensiones, que aquí se viene a comer y a pasar un buen rato, no a ver decoraciones o “pitiminís”.
El local, regentado por los Petralanda desde hace décadas, el padre Bene ya jubilado y ahora, Aritz Eder y Gorka, uno manejando las reservas y el otro en la plancha, han convertido a este asador en una referencia bilbaína visitada por numerosos miembros del sector de la hostelería y las bodegas, así como por las fuerzas vivas de la ciudad. Durante el tiempo que estuve allí vi a algún político y a exfutbolistas del Athletic, sólo faltaba el obispo.
Al lío, que se enfrían las viandas. Si te haces con un sitio en lugar tan solicitado, yo tuve suerte, tienes que apostar fuerte e ir con hambre, que no hay que perderse nada. Esta ocasión no era para comer pintxos, era para degustar lo más destacado del sitio. Tenía claro que había que acabar con un buen chuletón pero me dejé llevar por mi instinto para los primeros, y no fallé: morcilla de cebolla y puerro de Bermeo, txangurro gratinado al horno y unas buenas croquetas, con remate final con el ansiado y espectacular chuletón, con su buena costra exterior y su poca hechura interior que hacían que se deshiciera en la boca y que la buena grasa explotara en las papilas gustativas haciendo que la emoción ante la vida plena me atrapara. Todo regado con un fresco txakoli al principio y con un buen tinto de corte clásico al final, quedé ahíto. El postre fue gula, no había necesidad, pero nadie en su sano juicio se puede resistir a una seductora torrija jugosa.
No te pierdas…
- Su chuletón, su morcilla de Bermeo elaborada por Joseba Barturen, su txangurro gratinado, su foie casero y su merluza koskera que prometo probar en una nueva visita, ya que me han dicho que es legendaria.
- Su carta de vinos clásicos riojanos, castellanos y vascos donde no faltan los espumosos.
Me gusta por…
- Su carta, cortita y al pie donde todos los platos están muy ricos; la atención del personal; y el punto que le dan a la carne, respetándola siempre.
- Su austera decoración al estilo de un mesón vasco que te conduce a las antaño casas de comidas, pero con algo más.
Dirección:
- C/ García Rivero, 7. Abando, 48011 Bilbao, Vizcaya
- E-mail: info@asadorindusi.com
- Teléfono para reservas: 94 441 71 76 / 94 427 08 00
Licenciado en Ciencias de la Información en su rama de Periodismo por la Universidad Complutense, de Madrid y formando parte del equipazo de Bodeboca desde la primavera de 2018. Aparte de encantarme los vinos y los destilados, soy un viajero apasionado al que le gustan mucho el humor, la radio, el fútbol, la historia, el arte, la buena música, la criminología y la literatura. En los últimos tiempos he descubierto la paz en las plantas y la generosidad en los perros: se rumorea que estoy madurando. Ah, y como solamente se vive una vez, mi filosofía vital se encuentra a medio camino entre el hedonismo y el epicureísmo.