Don Lay: monumento al pato laqueado
Si te gusta la comida oriental en general y la china en particular, tienes que acudir al número 117 de la capitalina calle Castelló. Allí se encuentra Don Lay, un restaurante que tuvo una renovación total tanto de imagen como de ubicación en 2019. El nuevo local presenta una estética que recuerda a los restaurantes de lujo de finales de los años 70. Es perfecto si vas con familia, pero también cumple en ocasiones más íntimas.
Desde su apertura estuve tentado por las fotos que veía en Instagram de su elaboración más icónica: el pato laqueado. Y al fin, después de tantos visionados en los que se me caía la baba sobre el móvil, decidí saciar mi curiosidad. Desde la propia recepción, mi vista de cazador no hacía más que buscarlo, aunque la verdad es que tardé poco en encontrarlo. Todo un espectáculo. Varios cocineros vestidos de blanco impoluto y gorros altos de chef plantados frente a la pieza, diseccionandola con precisión de cirujano en lascas finas, doradas y crujientes. Tras semejante escena, me senté en la mesa como un victorino entrando en Las Ventas. A por todas.
Una vez acomodado, empecé con una botella de Gramona Imperial para ir abriendo boca junto unos entrantes adictivos. El canelón de langostinos lo sirven con una infusión de soja que penetra en el corazón de la pasta, resultando un bocado de lo más exuberante. Los entretenimientos siguieron con un desfile de dim sums, en el que destacó sobremanera el xiao long bao de cerdo, txangurro y caldo de gallina. La colección de salsas que acompañan a estos snacks hechos al vapor convierten cada mordida en una explosión. Eso sí, hay que tener cuidado porque su interior es líquido y puede llevar a momentos de pánico con la camisa.
Toca pasar al principal, al pato laqueado en dos servicios. Primero te sirven una bandeja con las diferentes partes de la carne junto a unas obleas finas y unos bastones de verduras y fruta para comer a modo de taco mexicano. Me sorprendió ver las tiras de puerro crudas, pero lo probé y pasó de ser algo extraño a algo familiar. Para la parte líquida opté en este pase por un riesling de Alsacia, en concreto el viñas viejas de Trimbach. Esta variedad va de perlas con sabores intensos y agridulces, sobre todo cuando está interpretada por un elaborador de culto. El pase termina con un caldo sabroso y equilibrado de grasa que sirve a la perfección para terminar el viaje con buen gusto.
En resumen, una comida para recordar sin necesidad de grandes alardes conceptuales. Preparaciones muy sabrosas, un servicio efectivo y una carta de vinos con botellas clásicas y algún que otro regalito para entusiastas del vino. Repetiré.
Dirección
Calle de Castelló, 117. 28006 Madrid
Teléfono
910 916 319
De Málaga, amante del vino y la comida en general, y de la manzanilla y los torreznos en particular. Publicitario de formación y profesión, dejé el mundo de las agencias de publicidad para entregarme a una pasión: la comunicación del universo vinícola.