Luis Gutiérrez, crítico de ‘The Wine Advocate’: «Valoro más la consistencia que la novedad»
Luis Gutiérrez Santo Domingo (Ávila, 1965) es ante todo un fanático del vino, pero también es escritor, catador y crítico. Desde 2013 se encarga de adjudicar los famosos puntos Parker a los vinos españoles. Tras trabajar en una multinacional como responsable de sistemas, hizo de su afición su vida y actualmente, además de puntuar los vinos de nuestro país, hace lo propio con los de Portugal, Madeira y Jura para The Wine Advocate, la publicación vinícola más influyente a nivel global. En 2017 publicó el libro Los Nuevos Viñadores (Editorial Planeta), que ha vendido más de 15.000 copias.
¿Cómo surgió tu amor por el mundo del vino?
Fue una cosa un poco gradual y espontánea, porque no hay ninguna tradición de vino en mi familia. Mi padre tenía cierta afición por el vino, aunque muy limitada. Yo me fui aficionando a probar cosas y lo que disparó todo fue la llegada de Internet durante la segunda mitad de los años noventa, cuando contacté con un montón de gente que tenía mis mismos intereses. En esa época surgió un grupo de amigos en Madrid con gente como Víctor de la Serna, que ya entonces era un reconocido experto. Pasé de beber el típico rioja del supermercado a Chaves Hermitage del 91 y locuras así.
En 2013 llegó Robert Parker a tu vida y te incorporaste a la plantilla de The Wine Advocate. Tengo entendido que los comienzos fueron duros…
La verdad es que sí. Tuve bastante estrés y ansiedad, hasta el punto de que en dos meses perdí 14 kilos principalmente por la responsabilidad de asumir Chile y Argentina. España ya lo conocía bastante bien, aunque América del Sur no lo conocía tanto a nivel de vino. Al principio fue un subidón por el cambio de vida que suponía, pero de repente me di cuenta de que tenía una responsabilidad bestial, así que me puse a estudiar, a hablar con todo el mundo y a leer lo que podía. Este año he dejado Argentina y Chile con todo el dolor de mi corazón para coger Portugal, ya que la persona que hacía Portugal en The Wine Advocate se ha jubilado, y a pesar de que es un país muy cercano a nosotros, en 11 años han cambiado muchas cosas y me ha generado un nerviosismo parecido al del principio. Este parece un trabajo fácil y bonito pero es muy intenso y requiere muchísimas horas.
A eso vamos. ¿Tienes un método de cata para gestionar ese volumen de trabajo de forma eficiente?
Para hacer este volumen de trabajo tienes que hacer de todo. Viajar a los sitios, quedar con los productores, recibirlos en tu casa, que te manden muestras… Hay ciertos productores que sabes que tienes que catar sí o sí, pero además sigo las novedades. Para cada zona hago una investigación a través de gente del mundo del vino (sumilleres, aficionados, etc.) y me entero de si hay algo nuevo en cada región. Entonces pruebo los vinos, y si me gustan, al año siguiente voy a visitar a los elaboradores. Al final para entender bien un vino tienes que conocer a la gente que lo hace, pisar el suelo y hablar con ellos. Tengo una chuleta para cada región que voy alimentando durante todo el año y cuando me toca, miro todo lo que tengo apuntado sobre ella y pregunto a mi red de contactos, y cada doce meses procuro haber cubierto todas las zonas. En función del tiempo que tengo para cubrir cada zona tengo que ver cuántos vinos puedo catar para hacerlo bien.
Luego no tengo un método de cata específico. Suelo catar en tandas de media docena de vinos, tenerlos en la copa el tiempo necesario para que se vayan abriendo y voy hablando con el productor para entenderlos mejor. A todo el mundo le pido previamente información de cada vino para tener los datos y meterlos en nuestro sistema directamente en inglés, porque si lo escribiera en español no tendría tiempo después para traducirlo. Soy ingeniero, planificador, puntual y organizado. Mis colegas artistas lo van haciendo todo más improvisadamente, pero yo lo entrego todo tres o cuatro días antes de la fecha límite que nos pone The Wine Advocate.
Con ese follón es imposible tener en cuenta el calendario biodinámico para catar
No, no, no. Además, creo que la presión atmosférica, tu estado de ánimo, cómo hayas dormido la noche anterior y otras cosas influyen tanto o más, por lo que si ya le decimos a la gente que solo puede catar un día de cada cuatro, vaya lío. Creo que por ejemplo los cambios de presión atmosférica todavía influyen más a la hora de catar un vino.
El catador Luis Gutiérrez vendimiando una cepa a mano. Foto de Estanis Núñez.
Hablemos de un clásico: la independencia a la hora de elegir los vinos que catas y puntúas
Cuando me contrataron me dijeron “como hemos visto todo lo que has hecho previamente con Jancis Robinson y los libros que has escrito, consideramos que eres experto y conoces las zonas y productores, así que tú mismo”. Eso es libertad. La independencia es que como empresa no dependemos de la industria del vino a nivel económico, y nos mantenemos con nuestros recursos, que son las suscripciones y poco más. Por tanto somos independientes y tenemos libertad porque somos expertos y la empresa tiene confianza en nosotros.
Dentro de esa libertad, cada catador tiene su propio método y sus propios gustos personales
Es que al final esto son opiniones, no es una ciencia. Yo lo que doy es mi opinión, que para eso me han contratado, e intento hacerlo de la forma más sincera y coherente conmigo mismo. Por mi mentalidad de ingeniero me gusta entender cómo son las añadas, los viñedos y lo que quiere hacer la gente con ellos. Y luego capturar todo eso escribiendo unos artículos, que es lo que más me gusta. Las notas de cata intento que no sean una lista de la compra de la frutería, y finalmente, la sumarización de todo eso es darle una puntuación, que para mi no es más que establecer una jerarquía. ¿Qué diferencia hay entre un 93 y un 92? Pues que el 93 me parece mejor que el 92, sin más. Cada catador tenemos nuestro método, aunque hablamos entre nosotros, nos vemos al menos una vez al año, tratamos de catar juntos y ponemos cosas en común. Ahora estamos 100% integrados en el grupo Michelin, al que pertenece la guía, y ahí hay una filosofía similar de independencia y se habla de la importancia de ofrecer una selección, no de querer abarcarlo todo.
¿Cuántos suscriptores tiene actualmente The Wine Advocate?
Tradicionalmente se ha hablado de 50.000, aunque creo que ahora estamos en algo menos. Siempre me han dicho que en España había poquísimos, pero ahora que somos 100% online y tenemos información del tráfico de la web, sabemos que España es el tercer país que más tráfico genera, para mi sorpresa. Lo que es curioso, y esto sí que lo hemos discutido con la gente de Michelin, es que en el mundo del vino la opinión anónima de un panel de cata no sirve. La gente se fía de Robert Parker o de Jancis Robinson, y la gente quiere saber quién es Luis Gutiérrez y qué es lo que hace, lo que ha escrito y lo que ha catado, entonces somos una especie de marca dentro de nuestra marca, que es The Wine Advocate. No somos anónimos como son los inspectores de la Guía Michelin. Nuestra opinión con nombres y apellidos está ahí desde hace años y la gente puede saber lo que opinamos, lo que nos gusta y cómo pensamos.
De hecho hay varios críticos de The Wine Advocate que tras dejar la compañía han montado su propia publicación
Lo que pasa es que estar dentro de una publicación con un bagaje y un prestigio como The Wine Advocate no es lo mismo que estar tú solo. Es como cuando el enólogo de una bodega famosa se pone a hacer vino solo. Yo lo comparo como el ir en un AVE a 300 kilómetros por hora y, de repente, te bajas del AVE y te pones a correr tú solito, descalzo y sobre un suelo pedregoso. Pues no es lo mismo. El AVE puede ser una gran bodega o una gran publicación como The Wine Advocate. Al final tienes una visibilidad mucho mayor.
¿Cómo consigues abstraerse de las consecuencias que conllevan tus decisiones a nivel comercial?
Tengo tanto trabajo y tanta dificultad para conseguir catar 4.000 vinos al año que la verdad es que no tengo tiempo para pensar en esas cosas. Lo que intento es pensar en lo que quiero recomendar a la gente y procuro ser coherente y consistente. Lo único que hago es contarlo, pero al final la responsabilidad es de quien hace el vino.
¿Cómo gestionas las presiones que puedas recibir de bodegas y elaboradores para que pruebes sus vinos?
La gente tiene mucho interés en que pruebe sus vinos y para mi es un halago. Yo estaría encantado de catarlo todo, lo que pasa es que el tiempo es finito y al final me dedico solo al segmento alto del mercado y tengo que hacer una selección. Es cierto que me llegan un montón de mensajes y al final creo que hay pocas cosas de este segmento que se me escapen. Además voy descubriendo muchas cosas nuevas para el público generalista y para la gente del sector. Te diría que hasta este año he estado contestando al 100% de los mensajes que me llegaban, pero hay sitios a los que ya no llego.
El crítico español de The Wine Advocate, posando para el fotógrafo Estanis Núñez.
Tú eras una persona muy vinculada al sector ya antes de trabajar en The Wine Advocate y conoces a muchos elaboradores de España. ¿Cómo afrontas ahora tener que catar los vinos de tus amigos y conocidos y que no te gusten?
Siempre intento explicar que no es que tenga amigos o enemigos en este mundillo, sino que sueles tener más afinidad con la gente que tiene tus mismas ideas y gustos, y puedes ser más cercano a ciertas personas porque estás más cercano a su filosofía y te gustan más sus vinos. No es que porque sea amigo de una persona me vayan a gustar más sus vinos, sino que yo diría que es al revés, que eres más cercano a esas personas porque te gusta más su filosofía y su forma de trabajar. Que ojo, luego eso se tiene que reflejar en sus vinos.
La mejor forma de hacer mi trabajo es dar mi opinión de la forma más sincera posible, y si crees que una persona cercana se equivoca, lo mejor es decirle siempre la verdad, por eso cuando algo no me gusta lo tengo que decir. Normalmente es una discusión, y las personas suelen estar bastante abiertas a ella. Al final no hay que olvidarse de que los elaboradores también son personas y tienen sus problemas, sus parejas, sus hipotecas, sus hijos, sus días de insomnio, se ponen malos y se equivocan, porque es humano. A ellos les interesa que yo entienda lo que ha pasado y cómo son sus vinos y dar a los lectores la información más coherente y completa posible.
¿Has perdido alguna amistad por tu trabajo?
En tantísimos años alguna vez ha podido ocurrir. Sí que recuerdo que en mi trabajo anterior tenía un compañero que hacía un vino con sus amigos y un día me lo trajo para que lo probara. Le dije: “mira, lo siento, pero este vino que estáis haciendo tiene un defecto”, y se enfadó mucho. Era un aficionado, no un profesional. Pero es que si yo le digo a todo el mundo que su vino está buenísimo, ¿qué demonios estoy aportando? A mi la única cosa que me dijo Robert Parker cuando me contrató fue: “si está todo el mundo contento, no estarás haciendo bien tu trabajo”.
¿Alguna vez te has arrepentido de una puntuación al volver a catar un vino?
Como te digo, esto no es una ciencia exacta sino una cuestión de opinión en la que influyen millones de parámetros, por eso siempre digo que hay que tomarlo como tal, porque no es una verdad absoluta ni un dogma de fe. Yo creo que a grandes rasgos sí que estoy de acuerdo con mis propias opiniones, pero a veces cuando recatas un vino puede haber pequeñas diferencias respecto a tu primera opinión.
¿Qué debe tener para ti un vino con 100 puntos?
Yo siempre digo lo mismo, que un vino de 100 puntos es un vino que me acelera el corazón. Es más un sentimiento que una cosa cuantificable. Generalmente es un vino que he ido viendo mejorar añada tras añada y de repente llega un año en que se da esa conjunción en el que los elaboradores han acertado muchísimo en las decisiones y es un vino que me emociona. Es un vino que no se puede medir con una regla. De todas formas, la diferencia entre un vino con 99 puntos y uno con 100, es que en el de 100 puntos hay esa emoción extra que es debatible, aunque está basada en mi experiencia, que es mucha.
¿Entonces es muy difícil que le des 100 puntos a un vino a las primeras de cambio?
Pues mira, me ocurrió el año pasado con un vino de Raúl Pérez llamado La Muria. A Raúl lo sigo desde antes de que tuviera barba y de repente el año pasado, en una cosa en la que él dudaba si enseñarme o no me voló la cabeza. Entonces, aunque no haya sido con ese vino específicamente, sí he seguido la trayectoria de Raúl y la primera vez que probé ese vino pensé que era el mejor que había hecho en su vida.
La importancia de tener un bagaje detrás…
Es que es como si de repente yo me pongo a hacer vino… pues no. Todo requiere de una experiencia y un aprendizaje. Al final la gente dice “es que siempre son los mismos”, pero es que es imposible que cada año llegue alguien nuevo. Es como en el tenis, los buenos son buenos porque tienen una trayectoria detrás, aunque de vez en cuando llegue alguien nuevo. Es muy raro que una persona haga un vino extraordinario la primera vez que lo intenta.
Luis Gutiérrez en uno de sus viajes alrededor del mundo. Foto de Rajat Parr.
Una curiosidad. ¿Le pondrías 100 puntos a un vino de menos de 25€?
Para mi el precio no es parte de la valoración. De hecho, yo siempre intento poner el precio del vino (en las reviews). Hay veces que cuando lo cato, el precio de ese vino todavía no está decidido, pero yo intento dar por un lado mi valoración y por otro lado el precio, y por lo tanto la relación calidad-precio luego cada uno la juzga a su manera. Los conceptos caro o barato de todas formas son muy relativos, porque hay personas para las que 700€ no es nada y otras para las que 7€ es muchísimo.
Cuéntanos qué regiones y qué elaboradores crees que van a dar que hablar próximamente
Yo siempre digo que las zonas tienen el potencial y lo que hace falta es alguien con la visión suficiente para entenderlas. En muchos de los sitios que ahora son famosos, como el Priorat, Bierzo o la zona de Gredos, antes solo se hacía un vino corriente, pero si no llega una persona como Álvaro Palacios, Telmo Rodríguez o Comando G, esos viñedos maravillosos podrían estar otros 50 años ahí para hacer solo vino a granel. En España tenemos una diversidad alucinante, pero depende de cuánta gente se una a esta evolución de llegar al fondo de los sitios y entender cuál es la tipicidad de los suelos y los climas de cada uno. Igual últimamente ha habido más gente en Galicia o en el Bierzo que en el Meditérraneo. Pero el potencial está ahí, por ejemplo, en zonas clásicas como Rioja o Jerez, que son zonas grandes con un potencial tremendo. San Vicente de la Sonsierra tiene tanto viñedo como el Jura entero, así que imagínate el potencial que puede haber ahí. En cuanto a nombres concretos yo valoro más la consistencia que la novedad.
En tus artículos hablas de los retos que tienen las regiones vinícolas a las que viajas. En este sentido, ¿cuál crees que es el principal desafío al que se enfrenta ahora mismo el sector?
Me preocupa muchísimo la bajada de consumo y esa asociación que hay entre vino y alcohol, y por tanto parece que ahora el vino es malo y tiene que estar prohibido. Creo que esos son unos retos bestiales, y no parece que haya mucha intención por parte de los políticos de apoyar al vino. En otros países como Argentina el vino es bebida nacional, y aquí al sector primario lo tenemos asfixiado, y es de lo que todos vivimos. Creo que son sectores a los que habría que apoyar muchísimo más.
Creo que tenías algún proyecto entre manos para llevar el vino a la televisión
Tengo la idea de hacer una serie de televisión, porque es un medio de comunicación que llega a muchísima gente y a un público de a pie, y creo que habría que hablar de vino ahí. Sería una serie que pudiera ver mi madre, que no tiene nada que ver con el vino. Me gustaría explicar que todo esto puede ser divertido, apasionante, misterioso y que hay muchas historias detrás del vino y mucha cultura gastronómica detrás, pero no encuentro ninguna plataforma ni cadena de televisión que esté dispuesta a apostar por ello porque hay muchas restricciones de horario al ser un producto alcohólico. Hemos grabado un tráiler de 4 minutos que le hemos enseñado a prácticamente todas las cadenas, pero no termina de mojarse ninguna.
Y a nivel editorial, después de tu experiencia con Los nuevos viñadores, ¿tienes algo en mente?
Me han dicho muchas veces que por qué no hago un libro parecido de otros países, pero no me apetece volver a hacer lo mismo. Si hago algo me gustaría que fuera diferente, el problema es que no tengo tiempo. Hemos pensado en hacer algo relacionando el vino con el rock, que es otra de mis pasiones, pero la verdad es que no lo sé, porque siento que estoy corriendo una maratón detrás de otra.
De hecho tienes una banda de rock: The Winedrinkers
Tocamos tres o cuatro veces al año en distintos sitios y lo asociamos siempre al consumo de vino. Lo hacemos en festivales, en eventos o en encuentros de Navidad, haciendo que en una sala de conciertos en la que normalmente no se bebe vino, de repente se venda con todos los problemas que eso les genera. Yo toco el bajo, pero tocamos con gente que lo hace muy bien y ese es el secreto.
El catador y crítico Luis Gutiérrez en una foto corporativa para The Wine Advocate.
Me gustaría hablar del tema de la democratización de las opiniones que ha traído consigo Internet. ¿Qué opinas cuando escuchas que las opiniones de los aficionados están sustituyendo a las de los críticos profesionales?
Yo creo que es una cuestión de conocimiento y experiencia, independientemente de si el que emite la opinión es profesional o no. Puede haber gente profesional que esté más despistada y aficionados que sepan muchísimo. El problema es saber encontrar entre todas esas opiniones las buenas y no escuchar el ruido. Para mi en las redes sociales hay muchísimo ruido y la mayoría de la gente no sabe discernir lo que es ruido y lo que es información. Ahora todo el mundo tiene un altavoz, y parece que es cuestión de ver quién es el que más grita o el más estrambótico. Luego cada uno va haciendo su camino y se va ganando la confianza de la gente o no. Si la gente te sigue, te lee y tiene confianza en lo que dices vas a funcionar, y los que no la consiguen se pierden por el camino.
¿Te ves muchos años más en The Wine Advocate?
Por lo menos hasta que termine de pagar la hipoteca (se ríe). Yo empecé con casi 50 años en The Wine Advocate porque es un trabajo para el que se requiere una experiencia previa, y es muy raro que un chaval de 21 años la tenga. Y por otra parte, no es un trabajo que no puedas hacer al cumplir 65 o 67 años, así que depende más de tu ánimo, tus necesidades y tus ganas, pero yo creo que puedo seguir bastante tiempo.
¿Y qué te gustaría hacer cuando termines ahí?
El vino es mucho más que un trabajo, es casi una forma de vida, por lo que es muy difícil separar el trabajo del resto. En el futuro, si no tengo necesidad de trabajar o de cobrar, posiblemente seguiré haciendo algo muy parecido pero dedicando más tiempo a las cosas que me interesen más y a estar con mis amigos y mi familia. Quizás no pruebe tantos vinos, pero yo lo veo como una forma de vida, así que seguramente seguiré catando hasta que me muera.
Para terminar, una curiosidad. ¿Qué bebes cuando no estás trabajando?
Pues prácticamente nada salvo agua, café y té, y alguna cerveza para quitarme la sed. En verano siempre bebo tinto de verano, aunque a la gente le sorprenda mucho, pero yo lo veo como algo muy natural, y creo que es el mejor refresco del mundo. Destilados bebo poquísimos. Eso sí, me gusta el whisky de malta con muchísima moderación.
Foto de portada: Luis Gutiérrez probando un racimo de uvas en pleno viñedo. Foto de Estanis Núñez.
A pesar de ser de Teruel, no me gusta el frío. En 2011 me licencié en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y he trabajado en medios como la Agencia EFE o Unidad Editorial. En 2013 me incorporé al equipo de Contenidos de Bodeboca y desde entonces he aprendido mucho sobre el mundo del vino y los destilados, el cual forma parte de mi día a día. Actualmente soy el Content Lead de Bodeboca y coordino a un apasionado grupo de redactores. Me encantan también el fútbol, el cine, descubrir nuevos restaurantes y viajar.