Cuestión de identidad

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Viña Pedrosa Reserva 2015

Una de las muchas grandezas del vino es que, a diferencia del resto de bebidas alcohólicas, no tiene un solo estilo, sino que existen casi tantos como gustos diversos hay en los consumidores. Esta premisa me lleva a otra de las peculiaridades de “la más higiénica de las bebidas”, según Pasteur: el vino, al catarlo, pasa a ser de quien lo bebe y no de quien lo hace.

Por algo, además, a los que nos gusta el vino nos gusta aventurarnos, arriesgar, probar, viajar con él y, en una palabra, diferenciar.

Lejos de hacernos más valientes o aguerridos, este rasgo nos consolida como auténticos románticos. No unos románticos cualquiera, sino del tipo de los que beben vino por encima de las marcas.

Nos gusta cerrar los ojos e imaginarnos paseando entre volcanes sorteando las viñas de la geria, en Lanzarote, haciendo un alto en nuestra ruta en bici para saborear el Loira o contemplar desde las alturas la enormidad de las pendientes del Mosela a nuestros pies.

Sierra Cantabria Gran Reserva 2008

Me gusta pensar que el romanticismo del vino se abre paso entre lo efímero y reivindica su sitio definitivo amparado por la necesaria “identidad”. Me refiero a su diferenciación por derecho, a la unión indisoluble entre un vino y un origen, el único al que puede pertenecer.

Desde la noche de los tiempos, la tipicidad ha protagonizado largos debates que poco o nada tienen que ver con un erróneo carácter patrio (para bien o mal, la controvertida “mineralidad” sigue suscitando aún más polémica). La expresividad del terroir ha ganado adeptos y logrado consenso, incluyéndose actualmente como parámetro en cualquier cata que se aprecie.

Es un punto clave para un gran vino el poder reconocerse como nacido en un territorio concreto, elaborado bajo técnicas también identitarias de ese lugar y, por supuesto, con las variedades de la propia tierra. De hecho, la ventajosa identidad beneficia a todos los integrantes de la cadena del vino.

Gramona III Lustros

En el campo se desarrollaría un más fuerte sentimiento de comunidad igualmente necesario. A las bodegas les facilitaría una dirección más clara, ahorrando esfuerzos en campañas de diferenciación sobre alambres más débiles que la propia tierra o el todopoderoso clima. Por último, el gran afortunado pasaría a ser el consumidor. Sabe lo que quiere beber porque conoce lo que cada vino es capaz de reportarle. Decisiones conscientes, responsables, de calidad.

Gracias al vino, ejemplos hay muchos y con un alto nivel de identidad. Esos capacitados para convertir cada trago en un billete directo a su origen, a las manos de sus elaboradores y a las historias de bodega. Aquí van solo algunos, porque lo más gratificante de todo es descubrirlos por uno mismo:

 

VIÑA PEDROSA RESERVA 2015 (Ribera del Duero)

Apostar por la identidad es en gran parte una cuestión de confianza. Los hermanos Pérez Pascuas confiaron en su sueño y en los pagos privilegiados de Pedrosa de Duero, todo ello envuelto por una centenaria tradición vinícola. En su seriedad, carácter y excepcional final reconoceremos un gran ribera del Duero.

CASA CASTILLO CUVÉE N VIÑAS VIEJAS 2015 (Jumilla)

La potencia de la Monastrell al servicio de la frescura para abanderar la defensa de esta variedad como incontestable representante del levante español. De un cuvée de viñas viejas en altura y con José Mª Vicente elaborando para honrar a su padre y a su tierra no se podía esperar menos. La excelencia de Jumilla en este vino de culto.

URO 2014 (Toro)

Detectar concentración, complejidad, terciopelo y elegancia deben llevarnos a Toro. Que los elaboradores conozcan íntimamente el terreno debe, además, lograr que sintamos pisar los cantos rodados como los de Hacienda Terra d’Uro en Villafranca de Duero. La esencia de Toro embotellada por expertos “retratistas”.

PAZO DE SEÑORANS SELECCIÓN DE AÑADA 2010 (Rías Baixas)

La identidad bien consagrada suele ir acompañada de reconocimiento público e internacional. Val do Salnés es ya un origen prometedor tratándose de blancos gallegos, más aún cuando se selecciona la Albariño de un viñedo propio que habla de la comarca, de la variedad y de su fe en ambas.

SIERRA CANTABRIA GRAN RESERVA 2008 (Rioja)

Fiel reflejando las largas crianzas de Rioja y nacido de las fincas de altura de San Vicente de la Sonsierra, con los hermanos Eguren y su complicidad con esta tierra a los mandos. Degustarlo es crear un recuerdo imborrable porque los vinos tan bien hechos se convierten en eternos.  

BOBOS FINCA CASA LA BORRACHA 2016 (Utiel-Requena)

Su sinonimia con Bobal es ya toda una declaración de intenciones, de hecho logra un flechazo instantáneo con esta variedad que no siempre fue tan valorada como lo es hoy. Bodegas Hispano-Suizas tienen bastante “culpa” del renacer de la uva estrella de Utiel-Requena.          

GRAMONA GRAN RESERVA III LUSTROS 2011 (Cava)

El amor por la tierra es uno de los pilares básicos en la búsqueda de identidad. De eso pocos saben como Gramona, colocando sus espumosos en los más alto del podium mundial, exhibiendo el potencial de Sant Sadurní d’Anoia. Su Gran Reserva III Lustros, con su larga y mimada crianza, es una experiencia única.

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