Federico Oldenburg: periodista, escritor y crítico de vinos

|Categoría

Este porteño de origen sueco, que llegó a España en 1989, es una de las figuras clave del sector del vino y la gastronomía en nuestro país. Ha trabajado en Vogue o Diario 16, escribe para Fuera de Serie, Gentleman o Gastroactitud, ha publicado varios libros, organiza el Salón de Vinos Radicales de Madrid y en 2007 recibió el Premio Nacional de Gastronomía por su labor periodística.

¿Siempre quisiste dedicarte al periodismo de vinos?

Yo creo que el periodismo fue una solución vital, porque no estudié periodismo. Mi gran pasión es la música. En un momento dado, mientras estudiaba música, me propusieron escribir sobre ello y finalmente acabé dedicándome a este mundo de la escritura. Empecé trabajando en periodismo musical en Argentina en los ochenta y en 1989 me vine a España con 23 años y no encontré hueco en esa industria, así que me busqué la vida escribiendo en revistas femeninas hasta que me ficharon en Vogue, donde lancé una sección de vinos.

Paralelamente colaboraba con Diario 16, donde me encargaba de una página en la que reseñaba bares y restaurantes. Eso fue hasta el año 1998 más o menos. Luego me llamaron para dirigir una revista para un comercio online que vendía discos, libros y DVDs, pero eso duró poco. De ahí pasé a Lavinia, que fue mi gran escuela de vino, donde dirigí el lanzamiento de su web. Allí estuve 3 o 4 años mientras también asesoraba a la revista Sibaritas. Más tarde seguí colaborando con Lavinia durante 10 años, pero ya de forma externa, porque no me veía vendiendo vinos todos los días y teniendo que responder ante una cuenta de resultados.

¿De dónde te viene el interés por el mundo del vino y la gastronomía?

Eso viene de familia. Mi madre, Elisabeth Checa, era una crítica gastronómica y de vinos muy reconocida en Argentina, mi padre era un supergourmet y mi hermano es cocinero. En casa el tema gastronómico siempre estuvo muy presente. Mi padre murió hace poco con 97 años y ya incluso en los últimos años seguía bebiendo un litro de vino al día.

¿Recuerdas cuál fue el primer vino que te voló la cabeza?

En mi casa siempre ha habido vino y lo tomé desde bien jovencito, pero probablemente fuera alguno de la bodega Weinert, que son los vinos de más larga crianza de Argentina, al estilo de los Viña Tondonia aquí. Luego, cuando vine a España, seguramente fue alguno de Jerez. Cuando los probé pensé: “esto no tiene parangón”. 

¿Cuáles crees que han sido los principales cambios en el sector en estos 25 años?

El mundo del vino ha cambiado muchísimo y no tiene nada que ver con lo que era cuando llegué a España. Recuerdo que cuando vine, el primer lugar al que me llevaron fue a la Ribera del Duero y por entonces allí sólo había cuatro bodegas realmente buenas. Los vinos de Madrid también eran por entonces poco interesantes y ahora son unos vinazos. Galicia y El Bierzo es otra zona que ha explotado, como Canarias.

¿Qué consejo le darías a un joven periodista que quiera dedicarse al mundo del vino o la gastronomía?

Que cate todo lo que pueda con la mente muy abierta, que viaje para conocer las bodegas, los viñedos y las regiones, ya que viajando eres capaz de entender por qué un vino que no te gusta es así, puesto que en el vino todo tiene su explicación. Y luego también les diría que escriban, porque el oficio se coge con experiencia y no dejando todo en manos de la Inteligencia Artificial (ríe).

Cuéntanos una anécdota que hayas vivido en este mundillo

Una vez estaba en una cata con un enólogo de una bodega grande de Rioja que estaba en decadencia y al servirnos los vinos noté que todos tenían TCA, es decir, que estaban contaminados, y el tipo no se daba cuenta. A pesar de ello nos soltó un discurso diciendo que los críticos no podíamos hablar mal de ellos porque debíamos de tener en cuenta que había mucha gente que vivía de ello. A mí no me gusta publicar críticas malas y prefiero dedicar el espacio a las cosas que me gustan, pero ataco cuando hay algo que está tremendamente de moda o es un disparate, ya que hay que llamar la atención sobre ello.

¿Cuál crees que es el estado de salud del periodismo de vinos?

En muchos eventos de prensa me encuentro a personas que sé que no van a publicar ni una sola palabra sobre el vino porque son meros comerciales de editoriales y eso me parece patético. También en esos eventos hay periodistas que creen que está justificado gastarse mil euros en un bolso pero no en un vino, y esa es gente que va a eventos sobre vino. Y una cosa más, cuando hacemos el Salón de Vinos Radicales y escribo la nota de prensa final, mucha gente la publica íntegra, tal cual, y luego me la envía para decirme que ha publicado algo sobre el evento. Pienso: “¿entonces para qué has venido a probar los vinos a mi salón si no aportas nada más que lo que te puse en la nota de prensa?”. La única esperanza es que aparezca gente nueva que sea buena, pero esa es la excepción.

¿Y a nivel de sector? ¿Cómo lo ves?

Cada vez veo más diversidad. También es verdad que hay zonas en las que los vinos son muy parecidos, y eso es algo a mejorar. Es cierto que ya no hay apenas vinos malos, pero sí hay muchos vinos clónicos, o como yo los llamo, “vinos fotocopia”. Hay zonas que llevo siguiendo mucho tiempo porque me parecen muy interesantes, como Cataluña en general y Alta Alella en particular, la zona de los Arribes del Duero, Almansa o Cádiz. También hay elaboradores que sigo siempre con atención como Alfredo Arribas, El Escocés Volante (Norrel Robertson), Fernando Mora MW, Pepe Mendoza o Raúl Moreno.

¿Y alguien con el que tengas una relación especial?

Hay gente muy valiosa en ese sentido. Pero, por ejemplo, todo el trabajo que han hecho David y Mario Villalón en su restaurante Angelita creo que es emocionante y un ejemplo para todos.

¿Qué crees que podríamos aprender los que escribimos sobre vino del periodismo gastronómico?

En el periodismo gastronómico tampoco es que haya demasiada novedad, y los periodistas que más peso tienen son los más veteranos. En el mundo del vino, sin embargo, sí que ha aparecido gente joven con más influencia, como Santi Rivas. Es cierto que se podrían hacer medios más creativos y menos ñoñas, con un contenido más interesante que no gire siempre en torno a la novedad, al lujo y a la última excentricidad de turno. Tengo algunos sueños al respecto, a ver si alguna vez puedo materializarlos.

¿Crees que la figura del crítico gastronómico o de vinos está vigente?

Yo creo que es más un problema de modelo que de figuras. Por ejemplo, cada vez pongo más en entredicho la idea de puntuar un vino. Mi madre no los puntuaba, ya que decía que un vino no podía ser calificado con un número porque según con quién lo estás tomando o en qué circunstancias se apreciaba de una manera o de otra. Al principio no le hacía caso, pero ahora cada vez puntúo menos porque creo más en la descripción que en la nota. Creo mucho en el lenguaje y pienso que a la gente hay que enamorarla, y con una cifra no la enamoras. Tendríamos que ir a un lenguaje más emocional que sensorial, porque las emociones son más comunes que las sensaciones.

¿Qué supuso para ti recibir el Premio Nacional de Gastronomía en 2007?

Yo siempre me consideré un sapo de otro pozo por ser extranjero y pensaba que estas cosas estaban reservadas para los españoles, y cuando lo hice notar me dijeron “si tú ya no eres extranjero, estás aquí totalmente adaptado aquí”. Fue muy bonito, pero es verdad que para este premio no hay tantos candidatos y todos los años tienen que encontrar a alguien.

Y de todo lo que haces (escritura, asesoría, etc.) ¿Qué es lo que más te gusta?

Me gusta más escribir sobre viajes donde pasen muchas cosas que sobre un vino en particular, ya que me apasiona lo experiencial. Me gusta igualmente hacer cartas para restaurantes, como he hecho recientemente para Tatema o Ceferino, puesto que suelen ser sitios que todavía no tienen un sumiller, así que mis servicios incluyen la formación al equipo. En esa formación pido que estén todos presentes, incluso si es posible quién friega los platos, ya que creo que los vinos forman parte de la identidad del restaurante. Yo siempre les digo que si hay un vino que no les gusta lo quitamos, porque un vino que no le gusta al que lo vende no se va a vender bien.

¿Y qué vinos no faltan en tu casa?

Últimamente estamos bebiendo más blancos. En mi vinoteca hay vinos de Georgia, de Jerez, de Cataluña, hay tintos de Galicia que me gustan mucho, hay también mucho Rioja, que son los que merecen tener una cava aparte para que envejezcan muchos años, como los de Benjamín Romeo o los de La Rioja Alta S.A. El otro día abrí un Viña Albina de 1965, que es mi año de nacimiento. 

Tienes un principio que dice “me gustan los blancos como los tintos y los tintos como los blancos”. ¿Qué significa? 

Significa que me gustan los blancos con mucho carácter, personalidad y peso y, cada vez más, los tintos ligeros que te apagan la sed.

¿Con qué personaje histórico vivo o muerto te gustaría compartir una copa de vino y cuál elegirías para una ocasión así? 

Seguramente con algún artista como Tom Waits, aunque creo que ya no bebe. Si aceptara beber una copa de vino conmigo elegiría un amontillado viejo de 1975 de González-Byass que está esperando una oportunidad como esa.

+ posts

A pesar de ser de Teruel, no me gusta el frío. En 2011 me licencié en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y he trabajado en medios como la Agencia EFE o Unidad Editorial. En 2013 me incorporé al equipo de Contenidos de Bodeboca y desde entonces he aprendido mucho sobre el mundo del vino y los destilados, el cual forma parte de mi día a día. Actualmente soy el Content Lead de Bodeboca y coordino a un apasionado grupo de redactores. Me encantan también el fútbol, el cine, descubrir nuevos restaurantes y viajar.