Málaga: paraíso del disfrute 

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Lo de Málaga tiene mérito. Una provincia que no tiene ni las mejores playas ni los mejores monumentos es un epicentro mundial del turismo. Pero entonces… ¿qué tiene? Pues todo lo demás. Tiene lo que busca cualquier hedonista.

Conocedora de sus debilidades, lo ha apostado todo para desarrollar sus fortalezas. En primer lugar, las conexiones. Por aire, tierra o mar, es muy sencillo llegar para pasar tanto un fin de semana como estancias más largas. La oferta hotelera es muy amplia, con un crecimiento importante en el segmento del lujo; algo que ha repercutido en el resto de servicios complementarios. Se pueden encontrar grandes resorts en la milla de oro marbellí, pero también casas rurales encaladas de blanco en pequeños pueblos para que la estancia sea lo más completa posible. 

Y qué decir de la restauración… sin duda uno de los mayores reclamos. Nos está tocando vivir una época gloriosa de la gastronomía malagueña gracias a nuevos proyectos que han refrescado el panorama, sin perder nunca de vista a los grandes clásicos ni a los tradicionales chiringuitos. 

Otro punto a favor es el vino, naturalmente. La provincia cuenta con una tradición y una historia vinícola riquísima, con momentos de apogeo y de declive (como todos los imperios). Hablar de Málaga es hablar de Moscatel y de vino dulce, pero en la actualidad están irrumpiendo con mucha fuerza los vinos tranquilos de la DO Sierras de Málaga. Desde la pendientes pizarrosas de la Axarquía hasta los bucólicos paisajes de Ronda, emergen proyectos con un potencial enorme que han surgido de ese espíritu de oportunidad y adaptación que corre por las venas de la provincia. 

Por qué visitarla

Quien quiera un destino en el que todo sea fácil y sencillo, aquí lo tiene. Hay un ambiente espectacular cualquier día de la semana, el clima es de lo más agradable en todas las estaciones y en el apartado cultural siempre tienen cabida conciertos (Starlite, Marenostrum Fuengirola…), exposiciones (Museo Picasso, Centre Pompidou o Colección Thyssen) y cine (Festival de Málaga). Además de la capital y de las grandes ciudades del litoral, hay 103 municipios llenos de historia por conocer y rincones por descubrir.

Qué visitar

Propongo una ruta de este a oeste con varias paradas para tener una visión global de lo que ofrece la provincia. Por supuesto, nos dejamos muchos lugares por el camino, pero sino este artículo no tendría final.

El viaje lo comenzamos en la Axarquía, en concreto en Frigiliana; uno de los pueblos blancos más bonitos de España que cuenta con el encanto de sus empinadas cuestas y unas vistas privilegiadas a la costa mediterránea. Desde allí podemos bajar hasta Nerja y contemplar la belleza de las playas más salvajes —los acantilados de Maro— desde el balcón de Europa.

Panorámica de Frigiliana

Continuamos por la autovía del Mediterráneo hasta la capital malacitana. Allí es obligatorio pasear desde la plaza de la Merced hasta el mercado de Atarazanas a través de los callejones del casco antiguo. El entorno del puerto deportivo (Muelle uno), la farola y la plaza de la Malagueta es ideal para ver la bahía o la Alcazaba. A unos pocos kilómetros del centro se encuentran los barrios marineros de El Palo y Pedregalejo, que cuentan con uno de los paseos marítimos más singulares del país. Allí se conservan las casas tradicionales de los pescadores en primera línea de playa, algo difícil de encontrar en la actualidad.

La última parada costera tiene que acabar irremediablemente en Marbella, foco de las miradas durante el verano para turistas y celebridades de toda condición. Tiendas, coches, hoteles, yates y restaurantes de lujo, sí; pero también un casco antiguo coqueto y encantador a partes iguales. Es sin duda una de esas ciudades a visitar al menos una vez en la vida por su ambiente pintoresco e internacional.

Acabamos la ruta por todo lo alto en Ronda, un pueblo con un carácter y una personalidad única. Su calle de la Bola, su Tajo y su plaza de toros, la Real Maestranza de Caballería, son atracciones suficientes que justifican la visita. Además es un destino perfecto para el enoturismo, ya que cuenta con un buen número de bodegas interesantes (Cortijo los Aguilares, La Melonera, Huerto de la Condesa…) para conocer de primera mano su propuesta vinícola.

Comer y beber

Dentro de este epígrafe me podría detener horas y horas, así que trataré de hacer un resumen preciso y representativo.

Desayunos

El desayuno aquí es una religión, con miles de parroquias a las que acuden fielmente sus autóctonos feligreses. Los grandes clásicos son los churros tejeringos, los molletes y los pitufos (panecillo de corteza crujiente) además de la tradicional zurrapa, un poderoso manjar a base de virutas de lomo conservadas en manteca colorá. Algunos de sus templos son La Malagueña, Tejeringos Coffee, Nerva o Bar Roper.

Aperitivo

Para el aperitivo hay múltiples caminos. Un buen plan es ir pronto al mercado de Atarazanas y visitar El Yerno para comprobar la pesca del día y elegir el mejor género junto a una buena copa de manzanilla o fino. Otra parada obligatoria es El Pimpi, un lugar histórico en el que el vino de Málaga es bandera. Allí se pueden probar cantidad de generosos locales junto a un ligerito de pringá. Otras direcciones a apuntar: la Antigua Casa de Guardia o Primeria Selection, en Marbella.

Comida

Para el almuerzo hay que abrazar la tradición marinera y el producto de la zona. Hay muchos lugares para entregarse en este apartado, pero vamos a centrar el tiro en tres propuestas infalibles. Si buscamos una comida en la que casi se pueda tocar la arena de la playa con los dedos mientras se degusta un clásico espeto de sardinas, El Caleño es victoria segura. A pocos kilómetros se encuentra Hermanos Alba, del que pude hablar en profundidad en este post. Para cerrar este apartado hay que recomendar Los Marinos José (Fuengirola), nombrado como uno de los templos del producto de España. En este restaurante (recién reformado) se pueden degustar algunos de los mejores pescados y mariscos tanto por calibre como por sabor, contando además con una excepcional carta de vinos.

Cena

Con la noche cambiamos de registro, pasamos del producto a la cocina de inspiración y pellizco. En la capital se encuentran talentos creativos como el de Dani Carnero con sus propuestas en La Cosmopolita, La Cosmo o Kaleja. Otro referente, en este caso del vino y de la sala, es Antonio Fernández en Araboka. Un parque de atracciones vinícola en donde disfrutar de la gastronomía andaluza. Cerramos la velada regresando a Ronda para visitar Tragatá, la apuesta más informal de Bardal (dos estrellas Michelin). Allí se puede gozar de un festival de aromas, sabores y texturas único en una propuesta a priori sencilla.

Viaja hasta allí con tu paladar

Sedella Las Jacintas 2021 es la última creación de Lauren Rosillo en la Axarquía. Un monovarietal de Romé en el que la altitud y la pizarra conforman toda una joya de la viticultura local. Tiene una producción inferior a 1.000 botellas.

Ariyanas Seco Sobre Lías 2019 de Bodegas Bentomiz es una sorprendente Moscatel de Alejandría que muestra un perfil aromático, cítrico y vibrante. Perfecto para adentrarse en los blancos de la Axarquía, siendo también un complemento perfecto en platos especiados y picantes.

Cortijo los Aguilares Tadeo Tinaja 2021 podría considerarse como uno de los mejores petit verdot de cuantos se elaboran en España. Aquí Bibi García, enóloga de la bodega rondeña, demuestra un dominio absoluto del territorio y de técnicas como la crianza en tinaja de arcilla.

La Raspa 2022 es el colofón a este viaje malagueño. Un blanco que es pura tipicidad y pureza. Se vinifica en acero y hormigón para respetar todos los matices varietales, consiguiendo un vino fresco, tenso, salino, mineral y de gran acidez.

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De Málaga, amante del vino y la comida en general, y de la manzanilla y los torreznos en particular. Publicitario de formación y profesión, dejé el mundo de las agencias de publicidad para entregarme a una pasión: la comunicación del universo vinícola.