Montilla-Moriles: punta de lanza de los vinos andaluces
Algo se mueve en el corazón de Andalucía. La que parecía estar viviendo a la sombra de los grandes vinos de Jerez, hoy despunta como una de las denominaciones más dinámicas e innovadoras de la región. En Montilla-Moriles se elaboran auténticas joyas enológicas, a la vez que se exploran nuevos caminos para hacer sus vinos más accesibles a los nuevos perfiles de consumidores.
Si por algo se caracteriza Montilla-Moriles es por su singularidad, vinos que pueden recordar a otros pero que son únicos. Su suelo, su clima, su variedad de uva más característica y una historia propia. Elementos que la diferencian y la hacen especial en su manera de interpretar un paisaje en forma de vino.
La zona de producción de Montilla-Moriles se extiende principalmente por el sur de la provincia de Córdoba. Los ríos Genil y Guadajoz limitan sus fronteras oriental y occidental, mientras que al norte lo hace el río Guadalquivir y al sur las Sierras Subbéticas.
Son siete las localidades que en su totalidad conforman el área donde se elaboran vinos de Montilla-Moriles y, solo en parte, diez más, entre las que se encuentran Aguilar de la Frontera, Cabra y Lucena. En todos ellos la variedad de uva más cultivada es la Pedro Ximénez, que abarca un 95% de todo el viñedo.
Esta zona de Córdoba forma parte de la Andalucía interior. Aquí el clima es mediterráneo pero con características continentales. Esto implica veranos de calor intenso pero también un contraste de temperatura entre el día y la noche. Esto permite a la viña respirar y aclimatarse. Al menos durante algunas horas.
Los suelos también influyen en las características de sus vinos. En Montilla-Moriles hay mucha albariza, ese tipo de terreno calizo que se encuentra en laderas, principalmente en la zona de calidad superior: Sierra de Montilla y Moriles Alto, donde se alcanza una altitud de hasta 600 metros sobre el nivel del mar.
Estos suelos son profundos, en los cuales la vid puede hundir sus raíces con facilidad, tienen buen drenaje y son porosos, lo que permite retener la humedad que deja el agua de lluvia y el rocío en las noches frías. En definitiva, es el tipo de suelo ideal para un clima cálido y seco como el de Montilla-Moriles. De ahí que las tierras de albarizas sean las más preciadas.
También hay otro tipo de suelos, las arenas rojas, que suponen un 15% de la superficie de viñedo en toda la denominación de origen. Aparecen en áreas de menor altitud, en torno a los 300-400 metros sobre el nivel del mar, fundamentalmente en la zona más occidental y algo en el centro de la denominación de origen.
Por último, encontramos los vertisoles o bujeos, que vienen a ser arcillas, el tipo de suelo menos preciado en Montilla-Moriles por su escasa capacidad de retención del agua. Tienen mal drenaje, y, además, suelen estar en zonas de escasa altitud, por lo que el contraste de temperaturas entre el día y la noche no es tan acusado como en zonas de mayor altitud.
Si especiales son sus suelos y su clima, única es la variedad de uva que caracteriza a Montilla-Moriles: la Pedro Ximénez. Cultivada desde muy antiguo en España, es la más utilizada en los vinos de la zona, ocupando casi la totalidad de la superficie de viñedo.
Su buena adaptación a climas secos y soleados, sumado a su gran riqueza en azúcares y baja acidez la hacen idónea para la elaboración de vinos generosos, especialmente dulces de Pedro Ximénez, pero también finos, amontillados, olorosos y palos cortados.
Como sucedió con otras variedades consideradas “neutras” (Airén o Palomino fino), la Pedro Ximénez ha demostrarlo ser también una uva con una enorme capacidad para expresar las particularidades del terruño cuando el viñedo se cultiva con mimo y la elaboración del vino se cuida al milímetro.
Son cada vez más los elaboradores inquietos que están explorando las posibilidades de la Pedro Ximénez en los vinos tranquilos, con excelentes y emocionantes resultados que van más allá de los vinos tradicionales andaluces, acercándose así a nuevos consumidores que buscan mayor frescura y ligereza, una tendencia de consumo global e ineludible.
De alguna forma, Montilla-Moriles ha sabido adelantarse a su tiempo. Contaba con una ventaja: la variedad Pedro Ximénez, que alcanza de manera natural la graduación alcohólica necesaria para que el velo de flor se desarrolle y se produzca la crianza biológica. Esto le ha permitido ser pionera a la hora de reducir el grado alcohólico en sus finos, que ha pasado de 15º a 14,5º (y próximamente 14º).
Cinco propuestas para disfrutar de Montilla-Moriles:
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