Pequeñas denominaciones: un prestigio que crece de forma imparable

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Por fortuna para los que amamos el vino, en España presumimos de un abanico de estilos difícilmente superable. En la actualidad, nuestro país ampara nada menos que 91 denominaciones de origen calificadas como tal.

Según su propia definición, los vinos adscritos a cada una de estas denominaciones deben nacer de uvas procedentes de esa región, tener unas características especiales y exclusivas de su terruño, gozar de un elevado prestigio y haber transcurrido al menos cinco años desde que se reconoció al vino como producto típico de dicha zona.

 

Espectacular vista de las Sierras de Málaga.

En España tenemos denominaciones con solera como Jerez y Rioja o más alternativas como Pla de Bages y Ribeira Sacra, pero todas están regidas por sus Consejos Reguladores y nacidas con el propósito de preservar el patrimonio de los vinos de su región.

Nuestro país expresa vino por todos sus costados. Se cultiva viñedo en las 17 Comunidades Autónomas, y tanto la península como las islas conforman un puzzle de ubicaciones, suelos, climas, variedades, tradiciones e influencias que posibilitan un enorme catálogo vinícola.

Al fin y al cabo, nos gusta diferenciar identidades y poder elegir entre unos vinos y otros según la ocasión. Nos apasiona viajar con cada sorbo a según qué territorios. Nos enriquece conocer sus orígenes y formar parte de ellos aunque sea durante el tiempo que duren en la copa.

Si alzamos la vista por encima de los grandes nombres, veremos cómo despuntan las personalidades de lugares bien distintos, comarcas muchas veces perdidas entre pueblos mal comunicados donde no llega una rápida conexión a Internet y donde la población emigra en busca de nuevas oportunidades. Son zonas muchas veces olvidadas, pero con una bella historia merecedora de ser escuchada.

De las muchas denominaciones que tenemos a nuestro alrededor, y que merecen ser tenidas en cuenta entre multitud de riojas y riberas presentes en nuestras casas, esta vez te proponemos sumergirte en 7 denominaciones menos conocidas, aunque todas con nombre propio. ¿Comenzamos nuestro viaje?

Arlanza

 

La Vallada, de Olivier Rivière.

Llama la atención que Arlanza se sitúe entre las dos denominaciones más famosas de España (Rioja y Ribera del Duero) y sin embargo su conocimiento entre los aficionados sea mucho menor. Concretamente esta D.O. se ubica en la zona central de la provincia de Burgos y su nombre se debe al río Arlanza, un afluente del Pisuerga.

Esta D.O. abarca 54 municipios de la provincia de Burgos y 13 de Palencia, y dentro de su zona de influencia se encuentran lugares de gran interés como Lerma, Santo Domingo de Silos o Covarrubias.

La tradición vinícola de esta comarca se remonta al siglo X. Tras el éxodo rural de mediados del siglo XX, no fue hasta 1995 cuando un grupo de entusiastas decidió recuperar la tradición vitivinícola de la región, algo que dio sus frutos en 2007, cuando obtuvo la certificación de D.O.

El clima de la zona se caracteriza por sus fríos inviernos y sus veranos calurosos, con contrastes térmicos acusados entre el día y la noche. Además, la altitud de sus viñedos oscila entre los 850 y los 1.200 metros. La denominación cuenta con algo más de una veintena de bodegas y productores, entre ellos nombres tan destacados como el de Olivier Rivière.

D.O. Bullas

 

Tercia de Ulea.

En Bullas se viene elaborando vino desde los romanos. Con la dominación árabe los vinos de la zona tuvieron un gran predicamento, y ya en el período cristiano comenzó su comercialización.

Bullas era conocida hasta hace poco por sus graneles. De ahí que, ya bien entrada la década de los 80, los productores de la zona quisieron darle un giro a los acontecimientos apostando por la calidad que solo podía otorgar una D.O.

Esta se creó en 1994 en torno a los municipios de Bullas, Mula, Ricote, Cehegín, Lorca, Caravaca de la Cruz, Moratalla, Pliego, Cieza, Totana y Calasparra. 11 bodegas elaboran actualmente bajo esta denominación y dos más están inscritas y pronto darán a luz a sus vinos.

La D.O. Bullas cuenta con tres subzonas. Por un lado la occidental-noroccidental, en la que los viñedos crecen a altitudes que van desde los 500 hasta los 810 metros. Por otro lado la zona Central, con viñedos plantados a una altura de entre 500 y 600 metros. Y por último la zona norte-noroeste, donde se localizan los viñedos a menor altitud.

Como curiosidad, esta D.O. cuenta con el clima más extremo de la Región de Murcia y sus suelos son marrones de costra caliza y aluviales.

D.O. Conca de Barberá

 

Molí dels Capellans Trepat.

Al norte de Tarragona existen variedades de uvas que pueden sonar exóticas pero que llevan toda la vida allí. Trepat es una de las que mejor representa la singularidad de esta pequeña comarca vinícola tarraconense.

Como en muchas otras ocasiones en el mundo del vino, la tradición vinícola de la Conca de Barberá ha estado estrechamente ligada a un monasterio. En este caso nos referimos al de Poblet, el prototipo de abadía cisterciense española. Fueron sus monjes provenientes de la Borgoña quienes impulsaron el cultivo de la vid y la elaboración de vino.

El paisaje de la Conca de Barberá está determinado por la gran depresión del Ebro, es decir, tiene forma de conca (hoya o depresión) y está rodeada de montañas. Esto hace que tenga un microclima mediterráneo pero con marcadas diferencias de temperatura entre el día y la noche. Los suelos son mayormente calcáreos y están erosionados por el paso del río Francolí.

Todos estos factores facilitan la producción de vinos especialmente frescos, ligeros, elegantes, aromáticos y muy expresivos. Nosotros te proponemos descubrir Molí dels Capellans Trepat, un tinto elaborado por dos de los inquietos productores de la zona: Sergi Montalà y Jordi Masdeu, en las instalaciones de la antigua cooperativa de la comarca.

D.O. Lebrija

 

Frasquito Original.

Sevilla esconde un secreto que escapa de la majestuosidad de la capital. Entre las localidades de Lebrija y El Cuervo se elaboran vinos en la diminuta D.O. Lebrija, un reducto descendiente de la tradición que los fenicios trasladaron a esta tierra hace casi 3.000 años.

Se trata de una de las indicaciones vinícolas españolas más jóvenes, ya que su oficialidad no fue reconocida hasta el año 2010, y es también la única D.O. sevillana. La Palomino fino es una de las protagonistas aquí, al igual que en la vecina Jerez. Esta uva autóctona entrega lo mejor de sí misma y, aunque es la reina de la viña lebrijana, también están presentes otras variedades blancas como la Moscatel de Alejandría o la Sauvignon blanc, así como las tintas Tempranillo, Cabernet sauvignon y Syrah, entre otras.

Bodegas como González Palacios han sido unas enormes impulsoras de la D.O, lo que ha permitido que estas casas dejasen de elaborar bajo el paraguas de Jerez para pasar a tener una identidad propia. De esta forma, en Lebrija se elaboran vinos de perfiles muy diversos, desde tintos con crianza en barrica hasta blancos modernos y por supuesto generosos.

D.O Méntrida

 

Malpaso, de Bodegas Canopy.

A escasos 60 kilómetros de Madrid, al pie de la Sierra de Gredos y lindando con Ávila, nos encontramos con viñedos manchegos cargados de historia.

Sus vinos recios y honestos ya se apreciaban en el Madrid de los Austrias. Sin embargo, hoy una nueva generación vinícola está emergiendo, liderada por jóvenes enólogos que reivindican su sitio a golpe de talento.

En el curso bajo del río Alberche no han dudado en recuperar el tesoro de las tinajas clásicas, valiosas cunas de vinos agradables y equilibrados.

Conocer esta Denominación implica una satisfactoria sorpresa enológica. En el sur, el paisaje lo pintan barrancos y suaves pendientes definidos por el Tagus y el Alberche, con suelos arenosos con base de arcilla y piedra caliza. A más altura, cerca de la Sierra de San Vicente, las vistas son más accidentadas y los suelos son arenosos graníticos de origen silíceo.

La variedad dominante es la Garnacha, la uva de moda también llamada localmente Tinto aragonés, que supone el 80% de la vid destinada a los vinos de Méntrida. En la actualidad, esta denominación concebida en el medievo se enfrenta con paso firme a nuevos retos sin perder de vista el valioso legado de la tradición.

D.O Sierras de Málaga

 

Pago El Espino, de Cortijo los Aguilares.

Viajamos al sur, a la provincia “salerosa”, cuya relación con el vino es una de las más antiguas de Europa. Dentro de su fascinante diversidad hay tres denominaciones de origen: Málaga, Pasas y Sierras de Málaga.

La D.O Sierras de Málaga se constituyó en el 2000, muchos años más tarde que la D.O Málaga, pionera en España. De hecho, la diferencia entre la D.O Málaga y la D.O Sierras de Málaga es que esta última ampara vinos tranquilos, mientras que la primera solo dulces y tradicionales.

La terrible filoxera determinó su origen, puesto que al devastar viñedos y riqueza varietal, originó la creación de pequeñas bodegas empeñadas en potenciar el terruño y recuperar la tradición.

Entre las variedades blancas estrella aquí, la Pero Ximen (Pedro Ximénez), Moscatel de Alejandría, Moscatel Morisco o de grano menudo, Macabeo, Lairen y Doradilla. Del lado de las tintas la autóctona Romé, Garnacha, Graciano y Tintilla de Rota.

Los colores de sus vinos difieren tanto como los de sus suelos, y su collage geológico es asombroso. En la impenetrable Axarquía, donde la mecanización no tiene cabida, dominan los cultivos en vaso sobre esquistos y pizarras. Las albarizas de Manilva y el altiplano arenoso del norte no son más que el comienzo de una trepidante aventura enológica.

D.O. Tarragona

 

Terrer d’Aubert, de Vinyes del Terrer.

Aunque fue en 1959 cuando se empezaron a proteger los vinos secos y semidulces de la D.O. Tarragona, la denominación de origen se creó en 1945 con el propósito de proteger unos vinos de licor llamados Tarragona Clásicos. No obstante, el verdadero impulsor de los vinos de Tarragona fue el Imperio Romano.

En la actualidad la denominación de origen Tarragona nos otorga vinos que capturan la esencia del Mediterráneo. Sus diversos terruños ofrecen uvas con distintas cualidades organolépticas. Así, las zonas más cercanas al mar se diferencian de las que están más próximas al Ebro por contar generalmente con suelos de tipo calizo y con un clima mediterráneo menos continentalizado.

Quizás la D.O.Ca. Priorat se lleva actualmente los honores de ser la denominación más prestigiosa de la provincia Sin embargo, la calidad de los vinos de Tarragona no se queda para nada atrás.

En los tintos, la Cabernet sauvignon tiene un papel muy importante, ya que muchos vinos de la denominación se elaboran con esta variedad tinta que resulta tan fina y aterciopelada en boca. Por otro lado, los blancos tienen un rol protagonista en Tarragona, siendo vinos frescos y aromáticos, impregnados de esa esencia mediterránea tan característica.

 

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