Rioja y el elixir de la eterna juventud

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En la recién celebrada edición de Madrid Fusión tuve la ocasión de asistir a una cata organizada por Bodegas LAN dentro del congreso The Wine Edition bajo el título «Viña Lanciano: una alianza con la naturaleza». Uno de esos lujos concedido al trabajar en el sector del vino.

El plantel de cata que presentaban resultaba de lo más tentador: 1970, 2016 y 2019 de Viña Lanciano, combinado con 2001, 2017 y 2019 de Culmen. Una visita guiada por el pasado, el presente y el futuro de la casa de Fuenmayor.

María Barúa, enóloga de Bodegas LAN

Me considero un defensor a ultranza de Rioja, de los riojas clásicos y de los riojas viejos que se encuentra la tía abuela Juana (por decir algo) en una buhardilla polvorienta tras décadas de maravilloso olvido. Son muchas las comidas y cenas que he disfrutado descorchando este tipo de botellas antiguas, y espero que tú también hayas experimentado esa emoción previa a retirar la cápsula que protege al corcho, como si fuera un telón a punto de abrirse antes de una función.

Si el inexorable paso del tiempo ha acompañado de la mano y no del cogote al vino durante su trayectoria, lo que vamos a ver reflejado en la copa va a ser un regalo. Como sentí con Viña Lanciano 1970, el común denominador del rioja con años es ese hilo de vida al que siempre se agarra. Evidentemente se pierde el color, la exuberancia frutal y los tostados recién «horneados», pero el líquido evoluciona a elixir. Elixir de la eterna juventud.

Este perfil organoléptico es como el del cilantro o la tónica: o lo amas o lo odias. Un todo o nada en el que los primeros tienen siempre las de ganar. Viña Lanciano 2016 me pareció por su parte un reserva de manual; intachable. Ahora que han pasado varios días desde el evento, he decidido algo. Recomiendo adquirir varias botellas por tres motivos.

Primero, tiene un precio irrisorio para una referencia con semejante tiempo de crianza en barrica y afinamiento en botella. Segundo, está lanzado al mercado para disfrutarse desde el minuto cero, sin percibirse ningún desequilibrio de madera por aplacar, algo que no ocurre siempre. Y tercero…

El objetivo fundamental de hacerme con unas botellas ahora es el placer de la espera. Ir comprobando su vida dentro de 5,10, 20 años… ¡quién sabe! Es algo que no está pagado. Bien resguardado, a oscuras, en silencio y bajo una temperatura constante irá formando un tinto noble, sustentado en esa acidez brillante que representa uno de los sellos de identidad de esta denominación de origen que a mí me roba el alma.

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De Málaga, amante del vino y la comida en general, y de la manzanilla y los torreznos en particular. Publicitario de formación y profesión, dejé el mundo de las agencias de publicidad para entregarme a una pasión: la comunicación del universo vinícola.