Salamanca, el reino de la Rufete
“Salamanca enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que la apacibilidad de su vivienda han gustado”. Esta frase del mismísimo Cervantes describe a la perfección lo que se siente al llegar a la encantadora ciudad castellana.
Como salmantina disfruto ver cómo mis visitas quedan fascinadas con la belleza de los monumentos de arenisca de Villamayor que irradian una hechizante luz dorada al atardecer.
Salamanca no es solo cultura, arte y el mejor ambiente universitario, sino que también presume de una gastronomía de altura y de una tradición vinícola que en los últimos años está viviendo una revolución.
Hace poco tuve el placer de recibir la visita de varias compañeras de Bodeboca. Después de deleitarnos con el centro histórico, planeamos un día en la sierra de Francia, la zona más importante de viñedos de la provincia.
A poco más de una hora de la capital, entre preciosas terrazas y muy cerca del Parque Natural de las Batuecas, se encuentran estos viñedos repartidos entre pueblos de ensueño.
A esta zona se la conoce como la sierra de Francia porque en el siglo XI, con Don Raimundo de Borgoña, fue repoblada por francos. Diez siglos después, la influencia francesa sigue presente en la arquitectura y en los vinos de estos mágicos paisajes.
Además de gozar de un microclima templado, la sierra de Francia cuenta con un alto porcentaje de cepas centenarias y de suelos graníticos, pizarrosos y arenosos que contribuyen al perfil fino, mineral y elegante de sus vinos.
Plaza de La Alberca, uno de los pueblos más bonitos de Salamanca
Por qué visitarla
Aunque otras uvas también brillan en esta zona, son la Rufete tinta y la blanca las estrellas que lideran la revolución y que han enamorado a los críticos más influyentes.
Elegante y especial, así es la perla tinta del vino serrano. En cata, la Rufete recuerda a la Pinot noir y a la Cabernet franc, un perfecto equilibrio entre la finura y la rusticidad. Esta relación con las uvas galas no es de extrañar ya que esta variedad llegó de la mano de los franceses.
La Rufete blanca es la protagonista de sus blancos. No tiene nada que ver con su homónima tinta pero sí comparten su singularidad y su capacidad para reflejar el carácter del terruño. Fresca y untuosa regala aromas de fruta amarilla y de membrillo y recuerdos florales y minerales. ¡Una maravilla!
Qué Comer
Bienvenido al paraíso del jamón ibérico. El nivel gastronómico en Salamanca es altísimo y los chefs nos sorprenden con las infinitas posibilidades del cerdo ibérico.
No te puedes perder el famoso hornazo, una empanada con una masa elaborada con manteca de cerdo y pimentón y rellena de jamón, chorizo, lomo y huevos cocidos.
En las barras más clásicas te espera la jeta, la tapa más emblemática de la ciudad. Se trata del morro del cerdo frito y super crujiente. La chanfaina, un arroz caldoso con el cordero como protagonista, hará las delicias de los paladares más atrevidos y de los amantes de la casquería.
En la sierra de Francia también se puede disfrutar de sus especialidades, como el limón serrano, una ensalada judeoconversa elaborada con cítricos, chorizo, atún y huevos. Tan rara como deliciosa.
Qué visitar
Gozar con un helado en su Plaza Mayor, admirar la arquitectura de sus catedrales y aceptar el desafío de encontrar a la rana en la fachada de la universidad son algunas de las experiencias imprescindibles de la ciudad.
No te olvides de cruzar el Puente Romano. Desde allí tendrás una de las mejores vistas de las catedrales y de la Casa Lis, uno de los ejemplos más admirables de art nouveau.
En la sierra de Francia te esperan pueblos como La Alberca que enamora con su bella arquitectura y su encanto serrano. Reserva una visita en Cámbrico y La Zorra, las dos bodegas más representativas y donde podrás descubrir todas las caras de la Rufete.
Para terminar, date un homenaje gastronómico en Mirasierra, el mejor restaurante para gozar de la comida tradicional.
A continuación, os recomendamos cuatro referencias imprescindibles para sumergirse en esta fascinante región.
Este monovarietal de Rufete es una extraordinaria referencia para conocer el enigmático carácter de esta sorprendente uva, cultivada casi exclusivamente en la Sierra de Francia.
A partir de viñedos centenarios del privilegiado paraje de Ituero, la bodega logra reflejar la expresión de unos suelos únicos y el espíritu artesano de las familias de esta joven D.O.P. Imprescindible para winelovers exploradores.
Elegante, expresivo, complejo y con una textura hechizante. Esta referencia de La Zorra, una de las bodegas más importantes de la Sierra de Francia, es una auténtica maravilla.
Además, gracias a su potencia aromática, su estructura y su óptima acidez es un gran aliado gastronómico. Ideal para disfrutarlo con jamón ibérico, con pescados con salsas cremosas y con una buena tabla de quesos.
Cámbrico Rufete Valleoscuro 2016
Valleoscuro es un viñedo de 80 años sobre suelos de pizarra gris situado en Garcibuey. Las cepas de la minoritaria Rufete se arraigan literalmente sobre la roca ya que la materia orgánica es prácticamente nula. Por ello, los rendimientos son bajísimos.
El resultado es un tinto original y sorprendente, que ofrece un contraste entre la frescura propia de la Rufete y el carácter profundo que aportan las cepas viejas arraigadas en pura pizarra.
Viñas del Cámbrico Granito 2017
Con personalidad, sabroso y complejo. Así se muestra este blanco salmantino nacido de viñedos anclados en suelos graníticos, de ahí su nombre.
Cámbrico apuesta por la recuperación de la Rufete blanca, variedad única y autóctona de la Sierra de Francia. Un vino tan seductor como sorprendente.
Salmantina trotamundos con el corazón entre España y Canadá. En 2010 me licencié en Comunicación Audiovisual y posteriormente cursé un Máster de Guion donde aprendí los entresijos de lo que más me gusta, escribir historias. Después de trabajar en varios medios de prensa y televisión, en 2014 me fui a vivir a Toronto por amor y allí sentí el otro gran flechazo de mi vida: el mundo del vino. Cuando volví en 2019 a España trabajé de sumiller hasta que en 2021 tuve la oportunidad de entrar en Bodeboca, donde por fin uní mis dos grandes pasiones: redactar historias y vivir el vino en primera persona. Además, me encanta el cine clásico, la gastronomía y viajar.