Selvatiq, la ginebra nómada y salvaje

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El día en que Valeria Margherita Mosca decidió que iba a crear una empresa de bebidas en la que el leitmotiv fuera la protección del medioambiente a través de un proceso que no solo no agrediera al entorno natural, sino que además actuara activamente sobre el terreno para mitigar el efecto de las plantas invasoras en zonas como los Alpes italianos, muchos debieron tomárselo a broma. Estaba claro que no conocían a la buena de Valeria.

Junto a dos defensores infatigables de la sostenibilidad medioambiental y alimentaria, Stefano Tosoni y Charles Lanthier, se lanzó a la aventura, y nunca mejor dicho. Decidieron que iban a crear una serie de bebidas espirituosas, vermuts y refrescos que no marcaran una huella negativa en el planeta, si no más bien lo contrario, que dejaran una impronta de ayuda a la mejora del entorno natural en el que vivimos. (https://ctlsites.uga.edu/)

Y cómo lo han conseguido, se preguntará el lector más perspicaz. Pues sencillamente cogiendo el petate y viajando por medio mundo en busca de los botánicos más especiales para lograr su producto estrella, la ginebra más premium del mercado. Cada seis meses los selvatiqs se lanzan a la aventura a través de expediciones por lugares de alto interés paisajístico y medioambiental y se dedican a recolectar aquellos botánicos que están fuera de lugar en ese entorno, puesto que son especies vegetales invasoras. Gracias a su labor de aprovechamiento de esas bayas, flores y frutas, libran de su expansión a los sitios a los que nunca debieron haber llegado.

Así explica Valeria Margherita Mosca su labor: «este proyecto tiene el menor impacto posible en el planeta. Nuestras opciones, desde la búsqueda de botánicos hasta la producción, envasado y distribución, tiene un mismo mantra: cooperar con la naturaleza. El forrajeo nómada es maravillosamente pragmático. Trabajamos en armonía con el medioambiente para proteger la biodiversidad, eligiendo solo plantas silvestres y botánicos en un territorio específico donde crecen en abundancia y se pueden buscar sin dañar el ecosistema. El proceso es como la naturaleza misma, cíclico pero en constante cambio. El viaje es de aprendizaje, de prueba y error, investigando continuamente, experimentando, cambiando y evolucionando».

En el período en el que el grupo está recolectando tienen que llegar a acuerdos con destilerías de la zona en la que se encuentran para que les permitan elaborar sus creaciones. De ahí que Selvatiq pueda denominarse, sin temor a equivocarnos, «empresa nómada». Para su emblemática Selvatiq Gin, Valeria se trasladó con su equipo a los Alpes italianos para recolectar los ingredientes que formaran parte de esta bebida tan sublime. En ese idílico lugar la experta botánica se hizo con flores de tilia, que proporcionan el fundamento distintivo de esta ginebra, junto con trébol rojo, salvia de los prados, bayas de enebro, reina de los prados y escaramujo o rosa canina.

El resultado es una ginebra de producción limitada que colmará a los que la prueben y nos hará sentir muy bien sabiendo que tanto la botella como el tapón y la caja en la que nos la facilitan provienen de material totalmente reciclado, todo un granito de arena para el cuidado de nuestro entorno. Además, con esta ginebra sin maquillaje, así como con el resto de productos de Selvatiq, las pequeñas destilerías locales en las que se elaboran y los pequeños negocios anejos a estas, pueden seguir adelante en un mundo tan competitivo.

Selvatiq Gin

Ginebra elaborada en Italia gracias a la labor nómada de los integrantes de la marca que buscan los botánicos por los parajes naturales italianos y los recolectan a mano en el valle de Valtellina, al norte del país, en plenos Alpes italianos. Las flores de tilia son un rasgo distintivo y dan una fragancia inconfundible marcada por notas dulces de polen. Gran sabor fresco de enebro y notas herbáceas, afrutadas y florales.

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Licenciado en Ciencias de la Información en su rama de Periodismo por la Universidad Complutense, de Madrid y formando parte del equipazo de Bodeboca desde la primavera de 2018. Aparte de encantarme los vinos y los destilados, soy un viajero apasionado al que le gustan mucho el humor, la radio, el fútbol, la historia, el arte, la buena música, la criminología y la literatura. En los últimos tiempos he descubierto la paz en las plantas y la generosidad en los perros: se rumorea que estoy madurando. Ah, y como solamente se vive una vez, mi filosofía vital se encuentra a medio camino entre el hedonismo y el epicureísmo.