Para los adoradores de la Albariño, O Rosal es la tierra prometida en la que los sueños se cumplen, el mágico lugar en el que Miño y Atlántico se encuentran.
Un clima ameno, con las horas de sol y precipitaciones justas, crean las condiciones idóneas para que la uva reina de Galicia prospere y fascine a todo aquel que la prueba. En Mosén Anselmo no hay excepción, sus albariños son el resultado de siglos de tradición y de la gran devoción por Rías Baixas.
Y es que la bodega respira de su historia, manteniendo la forma de hacer vino que antaño empleaban los monjes del Monasterio de Santa María de Oia en el siglo XII. De hecho, el nombre se debe a un religioso de la orden que había sido soldado, y que armado de coraje salvó al monasterio del asedio de piratas e invasores en más de una ocasión.
Inspirados por esta historia y por el entorno en el que se encuentran, elaboran vinos que hablan de su tierra como pocos, con una escasísima producción que asegura un nivel de calidad excelso en cada una de sus botellas.
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