Quinta da Roga

Criada cerca de un viñedo, desde niña tenía la ilusión de poder tener uno propio algún día. Años después, Quinta da Roga se convertía en realidad al enamorarse de una pequeña propiedad en la subzona de Baixo Corgo. 

Fue este sueño lo que guió a Mafalda a estudiar viticultura, y que le llevó hasta el otro lado del Atlántico. Estaría 8 años en Argentina, en los viñedos Mendoza, y trabajaría con winemakers como Paull Hobes, de California, o Michel Rolland, de Borgoña. 

A su regreso a Portugal sintió que debía llevar a cabo su sueño, y abrió Quinta da Roga. Replantó el viñedo de forma tradicional recuperando viejas pendientes apoyadas en paredes prefiloxéricas que tienen una alta densidad de población: 7.700 plantas por hectárea. 

Aunque la Quinta solo tiene 3 hectáreas, Mafalda se apoya en viñedos familiares circundantes, llegando así a 20 hectáreas de terreno. Las cepas con las que trabaja son propias de la zona: Touriga nacional, Touriga franca, Sousão para tinto y Viosinho y Arinto para los blancos. 

Para ella, Quinta da Roga es un lugar donde realizar experimentos tanto en los propios viñedos como en los vinos, recuperando antiguas técnicas y métodos tradicionales y adaptándolos a la actualidad. Es por ello que sus vinos se elaboran en depósitos de piedra, en honor a una de las zonas productoras de vino más antiguas del mundo.