Los talentosos enólogos Ramiro Ibáñez y Willy Pérez se unen para revolucionar juntos el Marco de Jerez, recuperando una bodega histórica y creando vinos emocionantes que representan a la clásica región.
De La Riva fue fundada a mediados del XIX por Manuel Antonio de la Riva y Pomar, y más adelante fue adquirida por Pedro Domecq.
Fue en 2017 cuando estos dos genios, Willy y Ramiro, se embarcaron en la aventura de comprar la bodega, propietaria de 53 hectáreas de viña en Macharnudo, con el fin de darle una nueva vida. Ambos se complementan a la perfección: Willy se mueve en la zona interior de Jerez, la de los vinos de cuerpo y Ramiro en los pagos costeros de Sanlúcar.
Este proyecto emergente nos regala auténticas joyas que te conducen directamente al éxtasis. Su objetivo es claro, recuperar vinificaciones antiguas y crear nuevas sensaciones en boca, sin perder la identidad del lugar ni sus sellos personales. Nos han conquistado tanto con su filosofía como con sus vinos.
Las diferencias son más que evidentes respecto al vino de pasto tradicional de De La Riva. En primer lugar, realizan un sistema de soleras y elaboran un vino blanco con uvas procedentes de El Notario, con algo de flor y un asoleo de ocho horas que le confiere al vino esa complejidad y estructura característica de los vinos de Jerez.
Las botellas que se elaboran regularmente son el Vino de Pasto Macharnudo Alto, el Vino de Pasto San Cayetano y dos manzanillas: la Fina y la Pasada. Mucha atención porque su producción es limitada.
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