Entrevista a Miguel A. Torres, presidente de Familia Torres

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Miguel Agustín Torres Riera (Barcelona, 1941) es uno de los más importantes empresarios vitivinícolas de nuestro país. Desde 1991 preside Familia Torres, una de las bodegas españolas con mayor vocación internacional. Enólogo de formación por la Universidad de Dijon (Francia), se incorporó al negocio familiar en 1962, marcando el rumbo hacia la elaboración de vinos procedentes de parcelas propias, como Mas La Plana, Milmanda o Grans Muralles. Abandera desde 2008 la lucha contra el cambio climático y ha impulsado la creación de la asociación International Wineries for Climate Action (IWCA), que promueve la descarbonización del sector.

Recientemente ha sido elegido por la revista TIME una de las 100 personas más influyentes del mundo en el liderazgo contra el cambio climático. ¿Qué supone este reconocimiento?

Ha sido una muy agradable sorpresa, ya que soy el único productor de vino que figura en el listado. Me siento muy honrado y agradecido porque es un reconocimiento a todo el trabajo que venimos haciendo durante tantos años, adaptándonos a la nueva realidad climática, reduciendo nuestra huella de carbono e intentando influenciar a otros. Y lo estamos haciendo gracias a la implicación de todos nuestros colaboradores y, en especial, de Josep Maria Ribas y su equipo de cambio climático.

La revista ha valorado su implicación en la creación de la asociación International Wineries for Climate Action, que impulsa la descarbonización del sector del vino. Cuéntenos cómo surgió esta entidad y qué proyectos tiene en marcha.

Hace justamente 5 años, en Barcelona, que confundamos IWCA junto con Jackson Family Wines, de California, ya que compartíamos la misma inquietud ambiental y la voluntad de actuar seriamente frente al cambio climático. Buscamos una nueva forma colaborativa de trabajar para sumar esfuerzos y compartir experiencias para descarbonizar el sector vitivinícola a nivel global. Actualmente, IWCA reúne 46 empresas vitivinícolas de 11 países, que representan unas 140 bodegas, trabajando en proyectos como la transición energética y la adopción de energías renovables e impulsando prácticas que reduzcan la huella de carbono.

¿Cómo cree que puede ayudar el sector del vino a mitigar los efectos del cambio climático? En este sentido, ¿cuáles son los proyectos más importantes que están llevando a cabo?

Estoy convencido de que el vino puede convertirse en un símbolo de la lucha contra el cambio climático. Cada vez somos más las bodegas conscientes de la necesidad de reducir drásticamente, y de manera urgente, nuestra huella de carbono y que actuamos en consecuencia, porque todos nosotros vivimos de la tierra. En nuestro caso, desde la puesta en marcha de nuestro programa ambiental Torres & Earth, en 2008, hemos invertido más de 19 millones de euros en el uso de energías renovables, medidas de eficiencia energética, movilidad eléctrica, reducción del peso de las botellas, recuperación y reutilización del CO2 de la fermentación del vino y reforestación, así como otras medidas para reducir las emisiones. Pero para conseguir frenar el incremento de temperaturas hay que actuar en todos los sectores y a todos los niveles, también a nivel particular, aunque esto suponga cambiar ciertos hábitos y sacrificar algunas cosas.

Miguel A. Torres, sentado en el centro de la imagen, junto a su familia.

En Familia Torres se marcaron el objetivo de reducir en un 60% su huella de carbono para el año 2030. ¿Van en la buena dirección?

Sabemos que es un objetivo ambicioso y por ello debemos hacer un esfuerzo mayúsculo en los próximos años. En 2022 conseguimos reducir nuestras emisiones directas e indirectas en un 36% respecto al 2008, y es evidente que todavía nos queda mucho camino por recorrer para alcanzar el 60% de reducción en 2030 y convertirnos en una bodega con cero emisiones netas en 2040. Por ello tenemos un Plan de Transición hacia la descarbonización que establece 14 iniciativas medibles y que nos marca la ruta más directa para alcanzar este objetivo.

De todos los que ha conseguido, ¿cuál es el logro en materia de lucha contra el cambio climático del cuál se siente más orgulloso?

Sin duda, cofundar la asociación International Wineries for Climate Action. IWCA hace posible algo que años atrás era impensable: decenas de bodegas de todo el mundo trabajando de forma colaborativa y compartiendo conocimientos para acelerar la descarbonización del sector vitivinícola.

Háblenos del proyecto SmartCrops 5.1. ¿En qué consiste?

SmartCrops 5.1 es un proyecto europeo que lidera mi hija Mireia como directora de Innovación y Conocimiento de Familia Torres, y en el que participan varias empresas y centros de investigación. El objetivo es mejorar la eficiencia y sostenibilidad agrícola mediante el uso de tecnologías como los “gemelos digitales”, que son modelos computarizados de cultivos reales, para optimizar el uso de agua y fertilizantes y aumentar la resiliencia de las plantas al cambio climático. También participamos en el proyecto Rebo2Vino, que lidera la Federación Española del Vino, para estudiar la viabilidad del uso de botellas reutilizables. Ya estamos haciendo una prueba piloto con nuestro Viña Sol y algunos restaurantes de Sitges.

El presidente de Familia Torres posando en una de sus parcelas.

Usted ha asegurado que la colaboración es clave para acelerar la descarbonización del sector. ¿Qué papel tiene la administración al respecto?

Su papel es clave, sin duda. La administración debería facilitar la transición ecológica y ayudar a las empresas para que puedan generar su propia energía. Hay que terminar con la dependencia del petróleo y esto solo será posible con la implicación de la administración.

Su liderazgo en la lucha contra los efectos del calentamiento global es indiscutible, pero… ¿Cuáles han sido sus referentes en esta materia y qué otros actores cree que están siguiendo sus pasos con más convicción?

Todo empezó con Al Gore y su documental Una verdad incómoda, que vi en 2007. Quedé totalmente impactado y me di cuenta de que teníamos que intensificar nuestras acciones medioambientales, así que a partir de entonces decidimos invertir el 11% de nuestros beneficios cada año en adaptarnos al clima y reducir nuestra huella de carbono. Le confieso que me siento especialmente inspirado por jóvenes activistas como Greta Thunberg por su valentía y determinación. Debemos escucharlos y actuar, sino ¿qué futuro les espera a estos jóvenes?

Forma parte de la cuarta generación de una familia dedicada al vino. Cuéntenos cuáles fueron las principales enseñanzas que obtuvo de sus predecesores.

Mi padre siempre decía que para vender vino hay que tener 3 cosas: un buen producto, hablar idiomas y coger la maleta, es decir, viajar para visitar los mercados y a los clientes. Y este es un consejo que siempre he intentado seguir, incluso a mi edad sigo viajando para ver a nuestros clientes (aunque tengo que confesar que menos que antes).

¿Y cuál ha sido la principal lección que ha tratado de trasladar a la quinta generación, liderada por sus hijos Miguel y Mireia?

La misma lección que me enseñó mi padre. Mi esposa y yo también les hemos inculcado el amor por la tierra, el esfuerzo y la perseverancia.

A finales de octubre se hizo público que próximamente su hijo Miguel asumirá la presidencia del grupo tras un periodo de formación. ¿Qué siente al ceder definitivamente el testigo?

Después de una vida dedicada al vino y a la viña, le puedo asegurar que lo que me hace sentir más orgulloso es que mis hijos continúen con el legado familiar y mantengan la esencia de nuestra bodega. ¡Son más de 150 años de trayectoria y cinco generaciones!

Botella de Mas La Plana

Uno de sus grandes legados es el de elaborar vinos a partir de parcelas concretas, como Mas la Plana. Fue por tanto un pionero de lo que hoy se llama “vinos de parcela”. ¿De dónde aprendió el valor de los viñedos singulares?

Estudié viticultura y enología en la universidad de Dijon. Cuando regresé al Penedès, quise implantar mejoras en la manera en que elaborábamos nuestros vinos como la fermentación en frío, pero también convencí a mi padre de la necesidad de tener nuestros propios viñedos porque un buen vino nace en el viñedo y es importante poder controlar todo el proceso. Mi mujer y yo nos enamoramos de Mas La Plana y compramos la finca a principios de los años 60. Aquí decidí plantar Cabernet sauvignon porque estaba convencido de que con esta uva podría elaborar un buen vino en el Penedès, aunque mi padre tenía sus reticencias. Por eso decidimos presentar la primera añada de 1970 (que entonces se llamaba Gran Coronas Etiqueta Negra) en las Olimpiadas del vino de París. Y ganó. ¡Nuestro vino venció a grandes burdeos como Château Latour!

¿Cree que existe un sexto sentido a la hora de identificar esos viñedos capaces de entregar vinos extraordinarios o es cuestión de trabajo y estudio?

Es cuestión de conocer los diferentes tipos de suelo y cómo influyen en el vino, entender la climatología de cada región, la orografía e incluso la historia. Todo ello nos da información sobre qué variedades pueden funcionar, pero también hay mucho de experimentación y un poco de intuición.

Hace cinco años entrevistamos a su hijo Miguel y nos dijo que usted le había enseñado a amar la viña, respetar la tierra y ser constante. ¿Cómo de diferencial es la perseverancia y el amor por la tierra en este sector?

Vivimos de la tierra. Siempre decimos que un buen vino nace en el viñedo, por eso hay que cuidar ese viñedo y trabajarlo con el máximo respeto, aunque uno siempre está a merced de la naturaleza. Cada añada es diferente, algunas más complicadas que otras, pero esto es lo bonito de este sector, aunque el reto actual con el cambio climático es enorme. Lo que sí que requiere el sector del vino es muchísima paciencia y perseverancia. No es un sector fácil, pero es muy gratificante por esa conexión con la naturaleza y porque hacemos un poco más felices a las personas.

Nos gustaría que tenga unas palabras para su esposa, Waltraud Maczassek, reconocida pintora y especialista en arte. ¿Hacer este camino acompañado de una persona con esta sensibilidad le ha hecho mejor bodeguero?

Conocer a mi esposa es de las mejores cosas que me han pasado en la vida. Me ha apoyado mucho, cuidó de nuestros hijos y también se implicó en el negocio. Ella abrió el mercado alemán y llevó la relación con los clientes alemanes durante muchos años. Ha sido una suerte contar siempre con su criterio. La bodega dedicada a los vinos premium que inauguramos en 2008 lleva su nombre y está decorada con sus obras. También le dediqué un vino elaborado con la variedad Riesling y ella creó la etiqueta.

Miguel A. Torres junto a su esposa, la artista alemana Waltraud Maczassek.

En todas sus entrevistas le acompaña una palabra: “visionario”. ¿El visionario nace o se hace?

Yo creo que es una mezcla de intuición y experiencia, o sea que en cierto modo un visionario nace y se hace. Pero también hay mucho de sentido común y audacia.

Familia Torres es una de las marcas más prestigiosas de España, superando a la de muchas regiones y denominaciones de origen. ¿Qué es lo más difícil a la hora de construir una marca?

Esto es el resultado de muchos años y de mucha dedicación. La expansión de la marca Torres fue cosa de mi padre, que era un comercial nato, pero para que una marca funcione y se consolide debe ser consistente con la calidad y también respetuosa con la tradición, la innovación y el medioambiente. Hoy en día el vino es un sector muy atomizado, con mucha competencia. Yo creo que nuestra marca es una garantía para el consumidor, por su trayectoria y los altos estándares de calidad que siempre hemos demostrado.

¿Por qué cree que en España nos ha costado tanto construir marcas capaces de dar valor añadido a nuestro vino?

Francia e Italia nos llevan mucha ventaja en la consolidación de marcas de prestigio. Yo creo que aquí no nos lo hemos terminado de creer y no nos hemos sabido vender. Todos somos conscientes de que hay que valorar el vino español en el exterior, mostrar con orgullo nuestro potencial y diversidad vitivinícola. Afortunadamente ya estamos en la senda correcta, pero todavía queda mucho por hacer.

Para terminar, ayúdenos a predecir el futuro. ¿Cuáles serán los mayores cambios en el sector del vino en los próximos 20 años?

Muchos de los cambios van a ser provocados por la necesidad de adaptarnos a la emergencia climática. Seguramente veremos otras variedades de uva en ciertas regiones y más viñedos en las montañas o cultivados de manera regenerativa para que capturen CO2 atmosférico gracias a las cubiertas vegetales. Y también espero que veamos bodegas más sostenibles, que puedan producirse toda la energía a partir de fuentes renovables, que utilicen tractores y camiones eléctricos, que reutilicen las botellas de vidrio, que reciclen el agua…

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A pesar de ser de Teruel, no me gusta el frío. En 2011 me licencié en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y he trabajado en medios como la Agencia EFE o Unidad Editorial. En 2013 me incorporé al equipo de Contenidos de Bodeboca y desde entonces he aprendido mucho sobre el mundo del vino y los destilados, el cual forma parte de mi día a día. Actualmente soy el Content Lead de Bodeboca y coordino a un apasionado grupo de redactores. Me encantan también el fútbol, el cine, descubrir nuevos restaurantes y viajar.