Galería de imágenes de Bodegas Coruña del Conde
Localización y otros datos de interés
Año de fundación
1994
Producción total
15.000 botellas
Superficie total de viñedo
4 ha.
Alberto López Calvo era un apasionado de la tierra y los frutos que de ella obtenemos, algo que inculcó a los suyos con pasión.
Esta es una historia de familia, de tradición y de amor por el vino. Un proyecto en el que lo natural cobra un sentido sagrado. “Desde la tierra hasta la botella”, como dicen ellos. Viñedos muy viejos, un terruño privilegiado y un retorno a los orígenes. Todo ello es palpable en cada gota de estos vinos elaborados a cuatro manos, las de su nieto Julien y su mujer Angélica.
Estamos en Coruña del Conde, un pueblecito burgalés con alrededor de 100 habitantes. Aquí regresaba Alberto en la década de los 90 para hacer realidad su sueño vinícola tras haber pasado 40 años en Burdeos trabajando en el mundo del vino y la tonelería.
Con su ilusión, su viñedo y su pequeña bodega Alberto se lanzó a la aventura, reconociendo el valor de la tierra y su fruto como algo digno de protección. Un valor que transmitió a los suyos de tal forma que, cuando falleció en 2012, Julien decidió dar un cambio radical a su vida para seguir con el legado de su abuelo.
Él, Angélica y sus dos niños viven hoy en este pueblecito de la España vaciada. Se consideran “vignerons de verdad”, pues lo hacen todo tan solo ellos dos, aunque el apoyo de sus amigos y familiares en momentos claves, como la vendimia, suele ser imprescindible.
Los cimientos sobre los que se asienta su proyecto son las ocho hectáreas, repartidas en 29 parcelas, que poseen. Se trata de viñas muy viejas cultivadas de forma sostenible, siendo las más jóvenes las plantadas por el mismo Alberto en la década de 1970, y las más antiguas llegan a alcanzar los 140 años.
Están localizadas a 1.000 metros de altitud, en el monte Otero, con un clima continental extremo que propicia la maduración lenta de unas uvas excepcionales sobre unos suelos acillosos, calcáreos y arenosos. En este entorno crecen tanto variedades autóctonas (Tempranillo, Albillo y Garnacha) como foráneas (Merlot, Cabernet sauvignon y Syrah).
De ellas alumbran vinos en los que prima el método natural, sin aditivos. Centran su atención en transmitir ese sentido de lugar, de tradición y de familia. Sin duda, una forma perfecta de homenajear a su abuelo, a sus raíces y al pequeño pueblo burgalés.
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