Boizel

Y es que su Brut Reserva es la fórmula perfecta del éxito: Champagne, menos de 37€ y con 97 Decanter. Un imprescindible. [break]

Estamos ante seis champagnes que en algún momento de nuestra vida tenemos que probar. No conocemos a nadie que tras haberlo hecho haya dibujado en su cara una mueca de desagravio, más bien al contrario, el semblante de los que han catado a nuestro lado ha sido de grata sorpresa y aprobación. 

La casa Boizel ha llegado hasta la sexta generación de la familia dedicada a la elaboración de sus espumosos y seguro que la rueda no parará. Habrá séptima y seguro que muchas más. Ya son 200 años dedicados a las finas burbujas de sus elegantes espumosos donde lo que prima es la calidad por encima de todo. 

Esta familia sabe que la excelencia en Champagne se logra sin prisas, con precisión y mimo, cuyo origen son las uvas de viñas privilegiadas de premiers y grands crus. Con ellas se realiza una vinificación poco intervencionista, una cuidada crianza en rima y ensamblajes creados con maestría.

Los dominios de la maison son siete hectáreas enmarcadas en zonas que son objeto del deseo de muchos viñadores del lugar, como Avize y Le Mesnil-sur-Oger, y gracias a la colaboración con viticultores de otras áreas, Boizel cuenta con una red que le procura una gran variedad de terruños que le permiten exhibir lo mejor de la Chardonnay, la Pinot noir y la Meunier.

Su ideario es claro: priorizar y maximizar el carácter primario de las distintas variedades, y por ello siempre las elaboran por separado en tanques de acero inoxidable y control de temperatura. Después, los vinos se someten a la maloláctica para conseguir esa caricia de su textura cremosa tan propia de los champagnes “boizelianos”.

Una de las diferencias entre las distintas etiquetas es la crianza en rima. Ésta variará en función de las necesidades de cada cuvée. Por ejemplo, en sus champagnes de añada, los conocidos como millésime o vintage, son muy prolongadas, llegando en ocasiones a varias décadas. ¿Por qué? Para garantizar la estructura, intensidad y complejidad necesaria para que puedan evolucionar en botella. Estos tesoros de coleccionista, los dos Trésor del 1985 y 1990, así como su Vintage 2013 o su Blanc de Blancs 2006, harán comprender la magia de Champagne y por qué vuelve loco hasta a la persona más descreída de los placeres mundanos.

Todo termina con el arte del ensamblaje, donde los Boizel son eminencias. En ese momento en el que te lo juegas todo a una carta, esta familia brilla, logrando dejar un recuerdo imborrable en el paladar de los entregados a la causa desde el primer día en que probaron estos inductores del mayor de los hedonismos.