Ramiro es uno de esos actores del Marco de Jerez que está recuperando tradiciones olvidadas, como la de elaborar blancos desde la viña y sin fortificar.
La expresión del terruño es uno de los objetivos Ramiro Ibáñez en su bodega homónima, que nació con el nombre de Cota 45. Tras licenciarse en enología y pasar varios años trabajando en bodegas de todo el mundo, la talentosa mente detrás de este proyecto lo vio claro: había que recuperar lo mejor del Marco de Jerez.
Quiso hacerlo bajo cuatro pilares: la viticultura sanluqueña de mayetos, la variedad Listán (Palomino en Jerez), el velo de flor o crianza biológica y la idiosincrasia del pueblo que lo vio nacer y cuna de la crianza biológica, Sanlúcar de Barrameda.
Se propuso recuperar una manera de entender el vino desde la viña, y lo hace a través de vinos que expresan la idiosincrasia de un lugar, la de cada una de las parcelas que componen el mosaico de tierras de albariza de Sanlúcar.
La salida a la luz de la añada 2023 ha marcado un punto de inflexión dejando atrás el nombre primigenio del proyecto para empezar una etapa y concepto nuevos. "Ha llegado el momento del cambio, así que guardamos en el cajón nuestra primitiva designación de Cota 45, con su concepto de terruño imparcial. Y nos trasladamos hacia una visión más identitaria, reflexiva y con vinos aún más personales, con la nueva denominación de Ramiro Ibáñez", explica el enólogo.