La búsqueda de la sostenibilidad y de la preservación del equilibrio natural, partiendo de la agricultura y vinificación biodinámicas, definen la filosofía de esta bodega sudafricana, integrada en una granja que data de 1863.
Reyneke Wines se ubica en Stellenbosch, una de las mecas del vino en Sudáfrica. Sus viñedos, dispuestos en pendientes orientadas al norte, este y sur, “conviven” con zonas silvestres y pastos que se emplean para la fabricación de abonos naturales.
La bodega, propiedad del viticultor y enólogo Johan Reyneke, aboga por un estilo de vinificación tal y como solía ser en épocas pasadas, en las que no existían ni productos químicos ni la última tecnología y todo se fiaba al curso de la naturaleza y a la sabiduría ancestral, transmitida de padres a hijos. “Nosotros lo aceptamos tanto como podemos. No solo porque es mejor para la tierra, sino porque mejora el vino”, aseguran desde la firma.
De esta forma, las prácticas biodinámicas, orgánicas y sostenibles, con certificación oficial, guían todos los procesos no solo en el campo sino también en bodega, donde se sigue un enfoque no intervencionista orientado a mostrar toda la singularidad de la finca. Así, en la fermentación solo emplean levaduras naturales propias del viñedo y huyen de la inclusión de cualquier tipo de aditivo artificial.
Todo ello redunda en sus vinos, tintos y blancos veganos, mayoritariamente de Cabernet sauvignon, Syrah, Sauvignon blanc o Chenin Blanc, agrupados en tres grandes gamas Reserva, Biodinámica y Orgánica, que, como apunta el crítico Anthony Mueller de The Wine Advocate, se muestran “expresivos, reflexivos y vividos”. Un estilo apuntalado en la impronta del terruño y la pureza varietal que deja entrever una distintiva tensión mineral en el corazón de cada uno de sus vinos.